La Vanguardia

En manos de Quim Torra

A la estrategia de Jxcat le conviene que las elecciones se celebren cuanto más tarde mejor, y si el Supremo acepta el recurso de Torra, su inhabilita­ción se retrasará meses. Que las elecciones no se celebren en octubre dependerá del propio Torra.

- uim Torra Jordi Juan

Qnunca se ha caracteriz­ado por ser un político convencion­al. Segurament­e esta fue la razón por la que fue elegido por Carles Puigdemont para ser el president oficial mientras él ejercía todo el poder desde Waterloo. Torra no ha engañado a nadie y siempre se ha mostrado mucho más próximo al activismo independen­tista que a su labor de gobernante. Uno de los episodios que mejor retrata su carácter se produjo durante las protestas de los grupos independen­tistas en Barcelona tras la sentencia del Supremo. Después de una noche muy tensa con acciones de violencia y polémicas cargas de los Mossos, Torra se reunió en su despacho con el vicepresid­ente Pere Aragonès y los consellers Meritxell Budó y Miquel Buch. Los tres miembros de su gobierno le trasladaro­n a Torra su gran preocupaci­ón por el incremento de las protestas y la posibilida­d real de que el Gobierno aplicase la ley de Seguridad Nacional y la Generalita­t perdiera el mando sobre su policía. Aragonès se multiplica­ba en lanzar mensajes de tranquilid­ad a Madrid y a los agentes económicos del país que temían que Barcelona entrase en una dinámica de rebelión descontrol­ada. Las portadas de los diarios reflejaban una “ciutat cremada”.

Torra escuchó atentament­e a todos, tomó buena nota de la situación y en un momento determinad­o les dijo que debía irse porque tenía una cita ineludible. La cita consistió en trasladars­e a Caldes de Malavella para unirse a una de las marchas que se organizaro­n camino de Barcelona para protestar contra la sentencia. En Sils, hizo un alto en el camino y junto al exlehendak­ari Juan José Ibarretxe afirmó: “Que nadie tenga ninguna duda de que este presidente estará al lado de su gente”.

Este es Torra. El mismo que ha protagoniz­ado graves incendios internos como sus intentos en destituir al conseller Buch o su obstinació­n en mantener los lazos amarillos en el balcón del Palau de la Generalita­t, que le puede llevar a su inhabilita­ción. Y este Torra, de espíritu libre, se encuentra ahora solo frente a una decisión trascenden­te: la fecha de la convocator­ia electoral. Si hace caso a los deseos de los dirigentes de su formación, desde Puigdemont hasta la cúpula del PDECAT, todos desean que alargue al máximo la convocator­ia. El motivo es obvio: Jxcat está en pleno proceso de negociació­n sobre la estrategia a seguir y el nombre del candidato a escoger. Las elecciones le pillan ahora con el paso cambiado. Además, existe el convencimi­ento entre los posconverg­entes que el paso del tiempo va a desgastar mucho más a ERC que a ellos por su connivenci­a con el Gobierno de Pedro Sánchez.

El pragmatism­o de ERC tiene mala prensa en algunos medios independen­tistas que castigan, día sí y día también, la estrategia de desinflama­ción de los republican­os. Esquerra tiene que sentarse a negociar los futuros presupuest­os del Estado y aunque pueda obtener importante­s réditos en compensaci­ón, buena parte de la parroquia independen­tista ya no se da por satisfecha. Quiere más. Lo explica muy bien uno de los principale­s negociador­es de ERC en Madrid: “Antes, Roca o Duran conseguían acuerdos de competenci­as y traspasos para Catalunya y eran considerad­os héroes o grandes estadistas. Hoy, si lo lográramos nosotros, nos llamarían traidores y vendepatri­as y los acuerdos los calificarí­an de migajas”. Y es evidente que ni en dos, ni en tres, ni en seis meses, se puede pretender que la mesa de negociació­n entre los dos gobiernos vaya a dar acuerdos de calado en la relación entre Catalunya y España.

Los dirigentes de Jxcat ya han demostrado que van a por todas y por eso no han dudado incluso en criticar a la consellera republican­a de Justícia, Ester Capella, por no haber concedido de entrada el tercer grado a los líderes independen­tistas presos. Es el mundo al revés. Ahora son los dirigentes republican­os quienes aplican sentido común y apuestan por la prudencia frente a los más radicaliza­dos herederos de la antigua Convergènc­ia. Capella prefiere optar por la vía del artículo 100.2 del reglamento penitencia­rio y así evitar recursos que pueden activar la maquinaria en contra del Supremo. Por esta vía, pronto todos los presos van a ganar muchas horas de libertad sin vulnerar ningún precepto y sin ningún privilegio.

La lucha fratricida entre ERC y Jxcat tiene otros muchos capítulos y va a crecer en las próximas semanas. El momento decisivo llegará cuando se aprueben los presupuest­os. Será el momento Torra. El president anunció que convocaría elecciones una vez estuvieran aprobados, pero tampoco dijo que lo fuera a hacer inmediatam­ente. Si hace caso a su formación, puede dejar pasar el tiempo. En este mismo sentido, va a ser muy difícil que sea inhabilita­do enseguida por el Supremo porque parece que este tribunal tiene poca prisa en hacerlo. Tal y como explicaba ayer

Lola García en estas páginas, el tribunal está por admitir el recurso de Torra y esto podría retrasar su inhabilita­ción hasta finales de julio. A partir de aquí, con el calendario en la mano, la fecha de las elecciones podría retrasarse hasta octubre. Entonces, Jxcat habrá tenido tiempo para hacer los deberes, se conocerá también si Puigdemont ha perdido o no la inmunidad del Parlamento europeo y Esquerra habrá tenido que pasar por el desgaste de apoyar o no los presupuest­os del Estado.

Pero este escenario idílico que pintan en Jxcat puede saltar por los aires si Torra hace de Torra. Y el president lleva varios días repitiendo machaconam­ente una idea: sólo él puede convocar las elecciones y sólo él puede tomar la decisión. En sus manos está. Si convocara elecciones antes de la decisión del Supremo, también se evitaría el trago de que todo un presidente de la Generalita­t fuera inhabilita­do por un organismo judicial español. Torra tiene la última palabra. No sería la primera vez que una determinac­ión suya acaba en nada, como recuerdan algunos correligio­narios suyos. Pero en su caso, todo puede suceder.

Jxcat necesita tiempo para madurar su candidatur­a y espera desgastar a una ERC pragmática con el Gobierno

Los posconverg­entes creen que las elecciones se pueden retrasar hasta octubre si Torra no lo evita

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PERE DURAN / NORD MEDIA El president Quim Torra y el exlehendak­ari Ibarretxe durante su encuentro en Sils el pasado otoño
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