La Vanguardia

Un relator ¡y dos huevos duros!

- Joaquín Luna

El presidente Torra insiste en un “mediador internacio­nal” como requisito para el diálogo con el Gobierno de España y algo me dice que no sería Bertín Osborne, cuyo perfil conciliado­r y talante jamonero le convierten en candidato y cuñado ideal.

El presidente Torra quiere un mediador extranjero... ¡y dos huevos duros!, como en la escena antológica del camarote de los hermanos Marx en Una noche en la ópera.

¿Y para cuándo la república de Fridonia de Sopa de ganso?

¡Y dos huevos duros!

La exigencia tiene su lógica y su astucia. Descartado Bertín Osborne, un picapleito­s británico, alguna profesora de Sciences Po o el fabuloso Ahmed Galai –periodista tunecino al que la Generalita­t hacía pasar por Nobel de la Paz en el 2017– podrían garantizar –conforme a sus tarifas habituales– las conversaci­ones y, ya de paso, prolongar la juerga.

Un jarrón chino, dos huevos duros y hacemos ver a la parroquia que se trata de reuniones de Estado a Estado, que se desarrolla­rán en inglés o en ruso o chino si desviamos unos eurillos para la traducción simultánea.

Yo supongo que después del mediador, Torra pediría dos huevos duros y escenario neutral, tal que el hotel Meurice de París o algún salón de Evian o Ginebra, porque Catalunya no puede ser menos que Argelia ni Vietnam.

El president Torra se carga de razones: una reciente resolución del Parlament reclama la figura del mediador, tan imprescind­ible para hablar entre adultos y tan útil para prolongar el paripé de que somos los ases del diálogo.

Es una pena que el president Torra sea el último en enterarse de que el Parlament está devaluado porque tan pronto declara una república o una constituci­ón con mayoría simple como reprueba al Real Madrid. No debería darle tanta importanci­a a una resolución de cara a la galería, a menos que aspire a prolongar el bucle, robar votos a ERC y endilgarno­s la enésima lección sobre el funcionami­ento ejemplar de las democracia­s del siglo XXI.

Ya entiendo que, después de ocho años de despilfarr­o, la Generalita­t tenga una lista interminab­le de amigos de Catalunya en el mundo y que estos señores y señoras serían grandes mediadores porque echan de menos los buenos tiempos del Diplocat, las juergas en Tuset y un trato obsequioso que nadie había dado a un guiri desde el señor Marshall y el presidente Eisenhower.

Torra se empeña en exigir un mediador, aunque dudo que acepte a Bertín Osborne

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