La entrevista: un arte reconvertido en ‘fast food’
Julia Otero repasa con ‘La Vanguardia’ cómo ha sido su trayectoria, muy ligada a este género
La entrevista está considerada un arte y dominarla no es fácil. Julia Otero lleva más de 30 años realizando esta tarea casi a diario. No sabe con cuántas personas ha hablado –“no tengo el vicio de los números, supongo que cientos o miles”– pero todas han puesto su grano de arena para que esta periodista sea considerada un icono del género.
Todo se fraguó cuando inició su andadura radiofónica con 17 años. Desde su primer espacio conversacional en Radio Miramar, Café del domingo, hasta los programas en TVE La luna, en los ochenta, Un paseo por el tiempo en los noventa, además de Las cerezas o Entrevista a la carta en los 2000. Muchos espacios han tenido su sello. La clave: “La actitud”.
Así lo afirma Julia Otero a La Vanguardia, quien apunta que hay que “saber qué se quiere en cada entrevista, por qué has llamado a ese entrevistado, cuál es tu motivación y tener la máxima información sobre lo que vas a preguntar”. Esto último es vital pero “lo esencial en la comunicación es saber escuchar”. Por eso “las preguntas pueden quedarse en el cajón ante un buen entrevistador que se deje llevar por el hilo conductor” de la conversación. No hay reglas, sólo dos personas charlando por tiempo limitado.
“Ese es el hándicap y la grandeza de la radio y de la televisión en directo”, señala. “En prensa puedes escoger cuatro frases y elegir cómo quieres que quede el personaje”. En un directo no. “Has de generar la atmósfera que quieres, recorrer en ese tiempo todos los aspectos por los que has convocado al personaje y a veces el tiempo se te escapa”. Y quien dice tiempo, dice personaje.
Un ejemplo, Garry Kasparov, el campeón del mundo de ajedrez de 1985 al 2000. Cuando le entrevistó “era excesivamente joven para hacer frente a una fama internacional que igual le quedaba grande y una persona muy recelosa que contestaba con monosílabos”. Enderezó la charla, pero su huella sigue ahí. Como la de Jack Nicholson.
Fue en Barcelona’92. “En Jocs de nit (TV3) entrevisté cada noche durante los 17 días de los Juegos a personas importantes. Michael Douglas no quiso venir a plató y tuve que entrevistarle en una especie de backstage en el Estadi Olímpic. Estaba con su amigo Jack Nicholson. Intenté que estuviera en la entrevista, pero se negó y se pasó la entrevista detrás de mi cámara sacándome la lengua y haciéndome gestos para que me riera y tuviéramos que parar”. No lo logró, pero se le quedó clavado.
Otro, Mario Conde. “Fui la primera que tuvo en televisión a ese hombre reverenciado por la sociedad y los medios”, recuerda. Entonces Conde ya “estaba haciendo trampas, pero nadie lo sabía”. “Visto con los ojos de hoy no me indulto como entrevistadora”.
También con la mirada actual, La luna, con la que Otero alcanzó altas cuotas de audiencia, la ve “implanteable”: “Estamos en la época del fast food a todos los efectos y las entrevistas hace mucho que empezaron a aderezarse con elementos ajenos a lo que es una conversación entre dos individuos”. Ahora “hay una pirotecnia alrededor que intenta hacer ‘soportable’ una conversación a los espectadores”.
Se le citan casos como Mi casa es la tuya o Planeta Calleja. Asiente, aunque en sus programas emplearon técnicas parecidas. En La luna el público podía enviar sus preguntas al personaje y en Las cerezas las entrevistas se complementaban con sketches. Pero no es lo mismo. “Un programa que capte la atención del telespectador debe ser entretenido”, señala. Por eso empleaba estas técni-cas, aunque “siempre había una carga de profundidad en esa pirotecnia que añadía a las entrevistas”.
Ahora, además, lucha contra las fake news. “La digitalización ha impuesto unos cambios que afectan a la información”. El más dañado, el emisor: “Le exigen pronunciarse sin tiempo para contrastar”. Ahí viene el error. Por eso cree que hay que “adaptarse e introducir filtros para corregir los riesgos de la rapidez”.
Mientras ocurre, Julia Otero seguirá en la radio. Aunque duda sobre su vuelta a la televisión, no lo persigue. “Hay lujos que la radio aún te permite hacer, como entrevistar media hora a Joan Margarit”. Es lo que agradece del oficio: “Conocer a gente tan interesante que ha hecho que sea una persona indulgente con los errores ajenos, porque detrás de los mitos hay tipos de carne y huesos”. Y sentencia: “Entrevistar a tanta gente sirve para conocerse más a uno mismo” pero también para “darse cuenta de que todos somos enormemente parecidos”.
“Entrevistar a tanta gente sirve para conocerse más y darse cuenta de que todos somos muy parecidos”