La Vanguardia

Qué pasa si un niño desaparece

Max Porter reivindica la cultura de los seres fantástico­s en ‘Lanny’, un drama familiar

- MAGÍ CAMPS

Max Porter (High Wycombe, Inglaterra, 1981) es un escritor que antes hizo de librero y de editor. Dice que así sabe muy bien qué quiere el público. Cuando trabajaba en una librería en Londres, lo pasaba mal cuando un cliente se detenía siempre delante del mismo estante. Él le recomendab­a que saliera de aquel género y probara los otros. Les hablaba y a veces confiaban en él. Cree que se ha de leer de todo, él lo hace, y por eso, cuando después trabajó de editor, considera que es más consciente de lo que quieren los lectores.

Pero, claro, no es sólo lo que quieren los lectores, sino también lo que el autor les quiere explicar, sobre lo que quiere reflexiona­r. Él lo tiene claro: sobre las personas y los mitos, las relaciones personales y la cultura. Ahora publica Lanny (Literatura Random House/rata), que habla de un niño que desaparece y del trauma que supone. Este hecho no se sabe hasta medio libro, pero él considera que no es ningún spoiler, que es bueno que el lector esté al tanto porque así interpreta mejor el drama que trata.

“En mi libro anterior, El duelo es esa cosa con alas, la madre muere en la primera página y todo va sobre esa desgracia –explica–. Que Lanny desaparezc­a no es lo más importante del libro, sino la inocencia, lo que nos contamos, las relaciones entre las personas en una población pequeña no muy lejos de Londres, entre el niño y un viejo artista...”.

“También quería hablar de los mitos”, afirma. De hecho uno de los personajes clave de la historia es el Papá Berromuert­o, una especie de espíritu, un ser fantástico que tiene la capacidad de oír todas las voces de los vecinos. Porter considera que “esta narrativa preexisten­te, vinculada a la naturaleza, es importante” porque nos ayuda a entender el mundo actual. Por eso se inventa ese personaje que “absorbe las desazones de la gente, y que se manifiesta distinto a lo largo de los siglos, como cuando hubo los juicios a las brujas”.

Y añade: “Uno de los grandes errores del capitalism­o ha sido el hecho de salir adelante sin mirar atrás. Nosotros no somos especiales, lo son nuestros antepasado­s. Hay que creer en los fantasmas porque nos muestran nuestra cultura, cómo es nuestra sociedad. Por eso Lanny está tan disgustado con el mundo y con las injusticia­s que hay”.

El padre es quien viaja cada día a Londres para ganar el dinero que sustenta a la familia y se desentiend­e de los asuntos familiares, mientras que la madre, que había sido actriz, ahora escribe novela negra: “Es una persona creativa y una madre torturada porque cree que no lo hace bien. La maternidad es una industria para castigar a las mujeres”. El tercer personaje narrador es el artista, un hombre mayor con quien el niño establece una relación muy especial: “Elegante, amable, inteligent­e, y es una amenaza para el padre. Lanny y él aprenden el uno del otro”.

Son personajes poco dibujados: “Los he descrito muy poco para que el lector los acabe de construir”. Y a Lanny sólo se le conoce a través de los otros: “No sabemos su edad ni su aspecto, pero sí sabemos que tiene algo especial; es una simbólica hoja en blanco para que los otros escriban sus prejuicios”. Por ello la narración es muy contenida.

Porter asegura que le gusta mucho leer poesía en el lavabo. En una repisa tiene una treintena de libros y toma uno al azar. Menciona a la poeta inglesa Alice Oswald y a la novelista surcoreana Han Kang. Cuando acabamos la entrevista, le digo si quiere añadir algo más y responde: “Perdón por el Brexit”.

“La maternidad es una industria para castigar a las mujeres”, dice el autor, que lo ilustra con una madre torturada

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KIM MANRESA El escritor inglés Max Porter en Barcelona, en la entrevista con La Vanguardia

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