La cálida ‘clemenza’ de Tito
El Liceu rescata la última ópera de Mozart sobre el soberano que no quiere pasar por cruel
El nuevo estreno liceísta es un Mozart del que más bien no se ha abusado. Ambientado en la Roma del siglo I, explica la confabulación de Vitellia, hija del emperador destronado, y de su amante Sesto para asesinar y derrocar a Tito. Al conocer la traición, este prefiere mostrar clemencia y perdonar antes que pasar a la historia como un soberano sanguinario.
Se trata de La clemenza di Tito , la última ópera que compuso Wolfgang Amadeus –el año de su muerte y al tiempo que escribía La flauta mágica– con libreto del poeta italiano Caterino Mazzolà. Esa suerte de alegoría de la clemencia que se espera de todo soberano, en alusión a Leopoldo II de Alemania, a quien iba dedicada la obra, llega al teatro barcelonés (del 19 al 27 de febrero y del 17 al 29 de abril) con dirección musical de Philippe Auguin y montaje del muy vital David Mcvicar.
El exótico libreto que aúna humanidad y política adaptando el original de Pietro Metastasio –utilizado antes para una ópera de Caldara– da lugar a algunos de los momentos más refinados e inspirados de Mozart. Pero ha pasado por ópera seria –es más bien trágica– basada en recitativos, por lo que ha sido víctima de ideas preconcebidas y debilidades del teatro de la época: sin puesta en escena, con el vestuario de los propios intérpretes... De hecho, en el estreno de este encargo para la coronación de Leopoldo II como rey de Bohemia, su esposa dijo que era una porquería.
“Hay que tener en cuenta que Mozart fue uno de los primeros introductores de la comedia en Alemania como después lo pudo ser Richard Strauss”, explica Auguin. “Y con este drama él mira al futuro, se sitúa en la época prerromántica”.
El secreto para tan densos recitativos está en el reparto y la cuidada dirección de escena. Y en este sentido, Marie Lambert, la repositora de este montaje estrenado en el 2011 en el Festival d’art Lyrique de Aixen-provence, asegura que “está claro el mundo que describe ese drama político, de gran riqueza y calidez, pero es interesante ver cómo se desarrolla, con todas las emociones humanas. Es un drama que invita a la introspección, como demuestran las arias, que miran hacia adentro”.
La soprano griega Myrtò Papatanasiu, a quien se vio en el último Don Giovanni del Liceu, es ahora la aspirante al trono Vitellia, papel que comparte Vanessa Goikoetxea en el segundo reparto (y en las funciones que se harán en abril, con Carmela Remigio).“es una obra maestra –asegura Papatanasiu– porque hace referencia al pathos, al eros, al sexo, los celos, la manipulación. Mozart abre las puertas a una nueva música; a veces siento que suena Beethoven mientras la canto. El reparto entero estamos trabajando para transmitir esa pureza y hacer llegar esos momentos de autenticidad que deseaba Mozart”.
Por su parte, el papel de castrato de Sesto lo interpreta la mezzo Stéphanie d’oustrac, la bisnieta de Francis Poulenc que iba para actriz, “hasta que descubrí la ópera”. “La Clemenza es la obra que mejor combina las dos facetas de cantar e interpretar, en gran parte por esos recitativos que recorren la obra. Sesto se halla como en una centrifugadora, en una lucha constante entre el amor por Vitellia y la lealtad a Tito –dice–, pero ha de matarlo para ganarse el amor de ella. Una serie de emociones muy humanas y combinadas con la pureza de Mozart”.
Por último, el siciliano Paolo Fanale es el emperador, “personaje respetado por su gran corazón, aunque él de hecho no era descendiente de la estirpe –señala–, sino que había llegado a emperador constituyéndose, sin perder el contacto con el pueblo”. La acción física que demanda Mcvicar viene dada por la psicología del personaje, añade Fanale. “Él nos explica de qué están hechos los personajes y logra crear el ambiente para que una vez te llegan los sentimientos, los sientas y el físico te acompañe”.
¿Está el público del siglo XXI preparado para tal delicatessen?
“No lo sé –dice Auguin–, este es el siglo del entretenimiento y para entender mejor esta ópera hay que entender los personajes. Son arias no conceptuales sino reflexivas. Mozart la escribió bajo presión, y hay arias con muchos matices, desde la ingenuidad de Servilia hasta el dramatismo en Vitellia, unas variaciones que pueden recordar al Fidelio de Beethoven; y eso la hace única”. “Que durante un tiempo no se representara tal vez ha jugado a favor, pues ha llegado a la actualidad más auténtica, más única”, concluye.
“Tal vez que no se haya representado ha jugado a favor, pues ha llegado a la actualidad más auténtica, más única”