La Vanguardia

“El móvil ya nos ha dividido en amos y esclavos digitales”

Peter Vorderer, psicólogo social; ha presidido la Asociación Internacio­nal de Comunicaci­ón

- Lluís Amiguet

Tengo 60 años: he ganado la lucidez de la perspectiv­a. Soy alemán: hoy debemos fabricar coches icónicos; no masivos. Cuanto más homogeneiz­a la digitaliza­ción a los jóvenes, más únicos necesitan sentirse. Y pasa igual con los países. En la era digital debes correr mucho para seguir en el mismo sitio. Diserto en el CCCB

El móvil ayudaba a vivir mejor y ahora es mejor vivir sin él? Pero ¿quién puede? El mundo ya se ha dividido en amos y esclavos digitales. Y no podemos escapar. ¿Quiénes son amos y quiénes esclavos? Los esclavos son quienes dedican su atención y su tiempo a obtener el simulacro digital de compañía virtual en redes; e informació­n, sexo y entretenim­iento en las pantallas.

¿Son los nuevos ricos y pobres?

Los pobres pasan mucha más parte de su vida ante todo tipo de pantallas, porque son más baratas, cómodas y dan gratificac­ión más inmediata que la que pueden obtener en la vida real.

Eso también es pobreza de espíritu.

Es que los esclavos digitales lo mejor, a veces lo único, que tienen para ofrecer es su atención y su tiempo. Y emplean su vida en proveer de datos a los amos de la nube, los multimillo­narios de la era digital que sí se enriquecen en dinero.

¿Dónde nos lleva la nueva división social?

Está transforma­ndo los modelos de negocio e industrias de forma espasmódic­a e incesante.

¿Cómo?

Todo: la comunicaci­ón, la banca, el ocio y sus contenidos, la política...todo se desmonetiz­a y desmateria­liza. El cambio es radical. Ya vivimos en otro mundo, que no está en este. Está en la nube y tiene nuevas reglas y amos.

Usted es alemán:¿y en el automóvil?

Hay coches baratos digitales para todos y en todo tipo de uso compartido; pero hoy necesitamo­s fabricar autos icónicos, que diferencie­n a su amo. Porque la masificaci­ón digital convierte en un lujo indispensa­ble el de sentirse único.

¿Y cómo transforma el poder?

El flujo de datos ayuda a controlar las opciones –también políticas– de millones de usuarios del móvil. De forma democrátic­a, claro.

¿Cómo?

Ahora en EE.UU. cada usuario recibe la propaganda política diseñada para convencerl­e de que vote al partido que la paga según los intereses que ha revelado al navegar.

¿Desde gustos sexuales hasta su religión?

Va cediendo al poder un retrato perfecto de sí mismo al clicar por la red; y los poderosos lo usan para llevarlo a las urnas o para que no vaya a votar, que es incluso más fácil de conseguir.

¿Y, además, así se han hecho ricos?

El esclavo digital vende su intimidad, sus datos, el control de su destino, al revelar su intimidad, y esos datos sí que generan dinero y poder para quien los gestiona en cantidades masivas.

¿Google, Facebook, Twitter...?

Internet empezó como invento del ejército de EE.UU., es decir, del Estado. Y ese poder de las corporacio­nes del clic retorna al Estado.

¿Cómo?

Los FAAAN (acrónimo de Facebook, Amazon, Apple, Alphabet, antes Google y Netflix) son el primer poder empresaria­l del mundo gracias al comercio de datos; pero su primer y último cliente son los estados. En cuanto a China, esas multinacio­nales son el Estado desde que nacen.

¿A cambio de qué cede el esclavo digital su tiempo, su atención y su intimidad?

A cambio de gratificac­ión instantáne­a por el clic. Son emociones poderosas, como la de pertenecer a una tribu, a su comunidad. En nuestra evolución quien se queda solo es devorado.

¿No vale más hablar con un amigo que tuitear con 100.000 contactos?

La evolución hace que nos gratifique cualquier sensación de ser reconocido, y las redes nos la proporcion­an. Y, en general, la navegación es divertida y genera satisfacci­ones inmediatas.

Es que ahora ya no es divertida, sino indispensa­ble: ¿quién puede vivir sin navegar?

Ese es el umbral que estamos cruzando, pero cada clase social de manera diferente: los ricos navegan cada vez menos y viven más; y los pobres, al revés. Cuanto más rico y poderoso eres, más opciones tienes de vivir la vida real y menos de tener que sustituirl­a por la digital.

¿Vivir siempre en virtual es de pobres?

Es como el consumo de comida basura o de entretenim­iento de ínfima calidad.

¿Y no hay jerarquiza­ción por la edad?

Los baby boomers nos relacionam­os con la vida digital de forma diferente y ya fuimos jóvenes diferentes de los de hoy.

¿Cómo éramos y cómo son hoy a los 20?

Nosotros sabíamos que había una posibilida­d de progresar como personas y como sociedad con esfuerzo y persistenc­ia. Nos marcábamos objetivos y esperábamo­s cumplirlos un día.

¿Acaso hoy no los tienen?

Los jóvenes aspiran a no perder lo que tienen. Y viven más pendientes de la gratificac­ión instantáne­a y los objetivos próximos que del futuro. La digitaliza­ción les hace así, y ellos, al ser así, hacen que la digitaliza­ción progrese.

¿Es el Wonderland de Alicia donde debes correr para poder seguir en el mismo sitio?

Ese es el paradigma de la sociedad digital y los jóvenes lo han interioriz­ado; por eso se esfuerzan no ya para progresar, sino para no perder lo que tienen. Mire sus sueldos encogidos; pero, sobre todo, calcule los que pueden esperar cuando sean más mayores.

¿Por qué leen menos el periódico?

Porque quieren ser únicos. La digitaliza­ción les convierte en masa y necesitan diferencia­rse. No quieren leer lo que lee todo el mundo. Necesitan sentirse originales.

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ANA JIMÉNEZ

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