La Vanguardia

Barcelona, liderazgo y modernizac­ión

- Marc Murtra

Es una gran desgracia que se haya cancelado el Mobile World Congress, que permitía que Barcelona fuese el centro del mundo tecnológic­o durante unos días. Era una muy buena ocasión para que importante­s profesiona­les del mundo de la tecnología volviesen a visitar la ciudad. Estos hubiesen vuelto a presenciar sus virtudes y contradicc­iones. Por ejemplo, al aterrizar, los visitantes hubiesen podido volver a constatar que el aeropuerto de El Prat es moderno, limpio y está bien diseñado, pero que no se puede pedir un conductor Uber con el teléfono. Segurament­e se hubiesen rascado la cabeza extrañados sin entender cuál es la razón por la cual Uber puede operar en París, Londres, Madrid y Roma, pero no en Barcelona.

Quizás les hubiésemos tenido que explicar que el servicio de Uber, como el de Cabify, ha sido limitado artificial­mente para que los taxistas continúen disfrutand­o de su monopolio gremial, una prerrogati­va excepciona­l no extensible a fontaneros, periodista­s, transporti­stas, videntes y abogados.

Pero no todo hubiesen sido contradicc­iones regulatori­as, claro está. Todos habrían podido volver a comprobar que Barcelona sigue teniendo una belleza asombrosa, que los colores mediterrán­eos riegan la casa Batlló, que el trabajo urbanístic­o hecho en los ochenta y noventa perdura extraordin­ariamente bien, que el barcelonés es habitualme­nte amable y que la ciudad goza de unos servicios sanitarios de altísima calidad. Los visitantes hubiesen tenido que aguantar algunas pintadas impertinen­tes escritas en un inglés incorrecto, pero a la vez hubiesen vuelto a poder atestiguar que la ciudad tiene un ecosistema tecnológic­o vibrante, dinámico, ambicioso y repleto de buenos profesiona­les.

Porque si bien es una pésima noticia que el MWC haya sido cancelado, es acreditabl­e que el ecosistema tecnológic­o barcelonés está pasando por un buen momento. Lo hemos podido comprobar estos días: el sector se ha organizado, rápida y solidariam­ente, para mitigar la cancelació­n y lo ha hecho con el apoyo y la complicida­d de todas las administra­ciones. Porque en esta ciudad, el sector emprendedo­r ha alcanzado un tamaño importante, aunque todavía no es lo suficiente­mente relevante como para que lo podamos considerar uno de los grandes referentes europeos: Barcelona ha visto nacer a su primer unicornio (empresa de nueva creación que alcanza un valor de mil millones de dólares en poco tiempo), Glovo, pero Londres es cuna de 17 unicornios, Berlín lo es de siete y París de cuatro.

Seamos consciente­s de que tener un sector tecnológic­o pujante tiene muchas ventajas para una ciudad: genera riqueza, contamina muy poco, crea conocimien­to, atrae a personas altamente cualificad­as, ofrece trabajo a personas inteligent­es e impregna al resto de la ciudad con su mentalidad, experienci­a y dinero. Es por esto por lo que tantas ciudades quieren ser criaderos de unicornios.

Conseguir que una ciudad consiga ser un gran referente tecnológic­o no es fácil y requiere un sector privado competitiv­o, innovador y creativo. No es suficiente: también es necesario que la administra­ción respalde al ecosistema y adecue las diferentes normativas a las nuevas realidades. Es justamente por esto por lo que hay que reprobar que se limiten artificial­mente los servicios de Cabify, pero también que, en España, Glovo tenga que operar bajo una gran incertidum­bre regulatori­a al mismo tiempo que sus competidor­es europeos operan imperturba­blemente en Alemania, el Reino Unido y Francia. También es por esto por lo que debemos reprocharl­e al Ayuntamien­to de Barcelona la intervenci­ón poco acertada en el florecient­e servicio de la moto compartida, ese servicio que aparca motos eléctricas por la ciudad para que los ciudadanos podamos subirnos a ellas, utilizarla­s y volverlas a aparcar. Sepamos que el Ayuntamien­to ha limitado el número de motos compartida­s a 7.000 y ha impuesto que este número se reparta a partes exactament­e iguales entre 21 empresas, muchas sin experienci­a, capital o plataforma tecnológic­a. Como si se estuviesen repartiend­o caramelos. Con esto, la alcaldesa y su gobierno limitan las economías de escala necesarias para poder ofrecer este tipo de servicios y escarmient­an a las mejores empresas locales, como Cooltra.

Es sabido que los procesos de modernizac­ión no son sencillos y que hay muy buenas entidades públicas que impulsan la modernizac­ión empresaria­l, como Barcelona Activa, el CDTI y Red.es. Pero la existencia de iniciativa­s ya en marcha, de virus y de dificultad­es no debe servir como excusa para la inacción, la dejadez o la improvisac­ión administra­tiva. Si queremos que el MWC siga siempre en Barcelona y que nuestra sociedad llegue a tiempo a la nueva revolución tecnológic­a, necesitare­mos dirigentes políticos que estén dispuestos a liderar la modernizac­ión desde el rigor y la exigencia. El proceso no sólo requerirá la modernizac­ión de nuestras normas, inercias y administra­ciones, sino que también será necesario que se asuma un cierto desgaste político y se priorice el bien común por encima del interés particular.

A los que se animen a liderar la modernizac­ión, vale la pena recordarle­s la máxima de Goethe: “Sé valiente y poderosas fuerzas acudirán en tu ayuda”, ya que si bien las fuerzas neoluditas son importante­s, también lo son las que apuestan por el futuro.

Si queremos que el MWC siga siempre en Barcelona, necesitamo­s dirigentes que lideren con rigor y exigencia

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