La Vanguardia

Ventajas de que te dejen por otro

- Joaquín Luna

Las personas casadas suelen llevarse un berrinche si las dejan por otra u otro y dan la impresión de que llevarían mejor la ruptura si la razón fuese ambigua, aunque luego cueste más contar que te plantan por aburrido que porque tu mujer se ha enamorado de un analfabeto macarra.

Yo creo, bien al contrario, que siempre es más llevadero que te dejen por un barítono que por besugo, tostón o tiquismiqu­is, porque la cotización en el mercado del afectado se mantiene en el primer supuesto y decae en el segundo.

El despecho es un sentimient­o habitual en estos casos, aunque sea el peor de los negocios: todos pierden, empezando por el despechado, que ni vive ni deja morir.

–¡Le he dedicado los mejores años de mi vida!

No seamos burros, que la alfalfa va cara. Y un poco de orgullo. Si uno va diciendo eso, ¿cómo espera salir adelante? La gente no suele arrimarse con fines ulteriores a quienes van pregonando que han dado lo mejor de sí mismos y ahora sólo parecen ofrecer algo así como los peores años de su vida.

La convivenci­a nos iguala y en cuatro días o cuarenta años ese hombre que deslumbra a la expareja termina por parecérsen­os y aun desarrolla­rá sus propios defectos, una venganza que se sirve fría y otorga el discurrir del tiempo.

La deportivid­ad exige, además, destacar las virtudes del elegido en lugar de cebarse en sus defectos.

–Tengo que reconocer que es el tío más tonto de la Unión Europea...

En cambio, si la pareja te deja porque se aburre profundame­nte o no te soporta, la introspecc­ión es tuya.

–Quizás debería haberme apuntado a aquel taller de bailes antillanos en lugar de haberle dicho: ¡Eso, hoy que dan First dates!

Con un poco de suerte, la tercera persona es del mismo sexo que quien te deja, aunque algunos consideren este consuelo patriarcal y en absoluto aceptable para hacer chistes en reuniones de amigotes.

–No había nada que hacer y sólo espero que les vaya bonito y me dejen mirar...

Cualquier cosa antes que terminar hasta la coronilla y ajustar cuentas a toro pasado, cuando los años pesan y todo son reproches. El lunes, en la Ser, los oyentes desvelaban epitafios auténticos vistos en cementerio­s españoles. Ninguno tan demoledor y gracioso como este: “Aquí yaces y haces bien; tú descansas y yo también”.

Siempre es más llevadero que te planten por un barítono que por tostón

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