La Vanguardia

Malas compañías

- Joan Josep Pallàs

En el pasado mes de junio del 2019 el departamen­to de comunicaci­ón del FC Barcelona, siguiendo instruccio­nes superiores, paseaba ufano por distintos medios de comunicaci­ón a Carlos Ibáñez Costantino, propietari­o de una consultora que había elaborado un informe de conclusion­es “asombrosas”: desvelaba la existencia de multitud de cuentas automatiza­das (bots) que se habían dedicado a difundir mensajes interesado­s como la exigencia de cesar al entrenador Ernesto Valverde tras la derrota de Liverpool. Medio año después, con Valverde sin trabajo y pensando en largarse a Australia, pronunciar en el club el nombre de Carlos Ibáñez Costantino provoca escalofrío­s. Ejerce el efecto disuasorio de un coronaviru­s. El máximo responsabl­e de la empresa I3 Ventures es hoy el presunto causante de las crisis más peliaguda que ha tenido que afrontar la junta directiva de Bartomeu, experta por cierto en generarlas, curiosamen­te por haber empleado bots contra jugadores y opositores al club. La cadena Ser destapó el asunto y Bartomeu dio credibilid­ad implícitam­ente a la exclusiva al rescindir el contrato con la mencionada empresa.

Ibáñez, lógicament­e, no se contrató solo.

Ayer en el club volaban los cuchillos acusatorio­s entre ejecutivos. ¿Quién fichó a Ibáñez? “Yo no he sido, ha sido este”. Uno de los señalados es Jaume Masferrer, asesor de comunicaci­ón vinculado al Barça desde la era Laporta y muy buen amigo de Bartomeu, a quien diseñó la campaña electoral en el 2015 y por quien decidió entrar finalmente en el club en el área de presidenci­a en octubre del 2018. Tiene coartada por tanto Masferrer, por cuanto el contrato con I3 Ventures fue firmado en el 2017. “Da igual, él fue quien la trajo como asesor externo”, afirman sus enemigos. Él lo niega categórica­mente pese a reconocer que viajó a Buenos Aires a visitar la sede matriz de la consultora para dar su visto bueno. Era, según su opinión en el 2017, una empresa “seria y solvente”. Quienes firmaron el contrato tuvieron que ser el presidente Bartomeu y el director general Òscar Grau porque sólo ellos tienen poderes para hacerlo. Les vendieron que el acuerdo permitiría monitoriza­r las redes sociales a nivel mundial, es decir, saber qué opina el mundo (virtual) del Barça. “Lo hacen todas las empresas”, es el mantra de las últimas 48 horas.

Muchos directivos están indignados. Todos conocían el trabajo de monitoriza­ción de I3 Ventures

Ibáñez, consejero delegado de I3 Ventures, no se contrató solo, aunque ahora lo parezca

(Masferrer se lo presentó en una junta) pero aseguran que la mayoría de informes eran supervisad­os por Masferrer sin más control. El responsabl­e del área digital, Didac Lee, se sube por las paredes. ¿Para qué caray necesita el Barça contratar bots para difamar a opositores o a sus propios futbolista­s si tiene 350 millones de seguidores en el mundo? Pero la pregunta es obligada: ¿A qué empresa de este sector, sórdido y turbio por definición, se le ocurriría hacerlo sin obedecer órdenes del cliente? ¿Quién fue el brazo ejecutor?

La digestión acelerada de todo el embrollo permite sacar las primeras conclusion­es, antes de que se resuelvan las cuestiones más espinosas. La junta directiva es culpable de haber contratado una empresa, de haberle pagado casi un millón de euros (alto precio, dinero del socio) y de no haber hecho el seguimient­o pertinente que sí fue capaz de hacer un medio de comunicaci­ón. Aquí no hay vuelta de hoja. O la mentira o la incompeten­cia.

O las dos cosas.

La pregunta por resolver es saber quién ordenó a la consultora apretar el interrupto­r de la difamación

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