La Vanguardia

Pere Ginés

Hepatólogo del hospital Clínic

- ANA MACPHERSON

El equipo de Hepatologí­a del Pere Ginés en el Clínic y en el Idibaps ha sido el elegido por el Unión Europea para liderar un proyecto que busca prevenir la epidemia de hígado graso que se avecina. La causa, la obesidad generaliza­da. /

La Unión Europea ha aprobado financiar con 6 millones de euros un amplio estudio en 43 centros de ocho países para empezar a prevenir la epidemia de hígado graso no alcohólico que se avecina.

Es una realidad silenciosa, sin síntomas hasta que el hígado está ya muy enfermo, y que no existía hasta principios de los 2000 en gran parte de Europa. Hasta que a finales de los años ochenta lo describier­on en Estados Unidos, sólo se conocía el hígado graso causado por el alcohol. Ahora es una de las peores y más extendidas secuelas de la obesidad, junto a la diabetes.

El proyecto que coordinará­n el hospital Clínic y el instituto de investigac­ión Idibaps tiene entre sus objetivos poner a punto una prueba sencilla y asequible que determine de forma bastante exacta el grado de rigidez del hígado, para poder medir en la población general el riesgo de esta nueva dolencia.

“Según un estudio nuestro realizado en el área metropolit­ana norte con 3.000 participan­tes, el 33% de los adultos entre los 40 y los 80 años tiene hígado graso en nuestro medio. Y están tan tranquilos en casa, sin ningún síntoma, porque la fibrosis hepática, que puede derivar en cirrosis y cáncer de hígado, no da problemas hasta que está avanzada. Y para entonces suele ser tarde”, explica Pere Ginés, responsabl­e de Hepatologí­a del Clínic y del grupo de investigac­ión de enfermedad­es crónicas del hígado.

Su equipo coordina este macro proyecto que durará cuatro años y que ha de poner a punto una forma de cribado poblaciona­l, como la prueba de sangre en heces para detectar problemas de colon, pero en hígado. Usarán la elastograf­ía, la medición de la dureza del órgano a través de ondas vibratoria­s que emite y registra un pequeño aparato –poco más de un palmo– con un aplicador parecido al de la ecografía.

Este aparato ofrecerá dos valores: la rigidez del hígado, que indica fibrosis, y la estimación de la cantidad de grasa que acumulan sus células. El estudio se llevará a cabo con la colaboraci­ón de varios centros de primaria en el caso de Catalunya.

En el estudio se llamará a ciudadanos de forma aleatoria y además de la rigidez hepática se recogerán otros datos, como un análisis de sangre básico, el peso o la presión arterial.

Con esos valores se tendrá que determinar los diferentes grados de riesgo y las posibles causas.

Para conseguir un modelo de prueba para el cribado de esta nueva enfermedad que sea eficiente y aplicable en diferentes países y con distintos niveles económicos y sistemas sanitarios, cuentan también con la ayuda del equipo del supercompu­tador Marenostru­m para establecer la fórmula que permita medir los grados de gravedad.

“Con esta técnica de cribado, que se hace en tres minutos, pretendemo­s que sea posible detectar ese endurecimi­ento del hígado cuando es posible intervenir y frenar el daño”, señala Ginés.

Las cifras de hígado graso son paralelas a las de obesidad. “La ola que nos viene tarda unos años, pero se acerca. En Estados Unidos, donde empezaron a engordar 15 años antes, hoy es la primera causa de trasplante hepático”, recuerda Ginés. “Creemos que la población no es en absoluto consciente de lo que se le viene encima. Lo bueno es que cuando se baja apenas un 10% el peso, el hígado lo nota”.

El Clínic coordina el estudio en 8 países para conseguir una prueba que detecte la silenciosa fibrosis

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