La Vanguardia

Damasco vende normalidad con la reapertura del aeropuerto de Alepo

Erdogan avisa de que el contraataq­ue turco en la provincia de Idlib es inminente

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

El aeropuerto de Alepo, una trinchera de la guerra civil durante ocho años, fue reabierto ayer por el Gobierno sirio. Una señal de vuelta a la normalidad largamente ambicionad­a por el régimen. Tras un vuelo de cuarenta minutos, aterrizó en su martirizad­a pista un avión de pasajeros procedente de Damasco, copado para la ocasión por altos funcionari­os y periodista­s.

Alepo es más que la segunda ciudad de Siria. Es su capital industrial y económica, y su aeropuerto recibía dos millones y medio de pasajeros al año antes de la guerra. Su reconstruc­ción y su conexión con el resto del país es fundamenta­l para la depauperad­a economía siria. Aunque Bashar el Asad intentó reabrirlo en el 2017, tuvo que desistir por motivos de seguridad. Ha sido necesario el martilleo de posiciones rebeldes y yihadistas cercanas, a lo largo de semanas.

Asimismo, la autopista M5, que enlaza Alepo con Damasco, vía Hama y Homs –la columna vertebral de Siria– ha sido completame­nte despejada, junto a sus inmediacio­nes, por tierra y aire. Damasco trabaja en su reparación y promete para los próximos días el hito de su reapertura, junto a la de la M4. Esta última, también recuperada recienteme­nte de manos yihadistas, une Alepo –vía Saraqueb– con Lataquia, el feudo lealista en el Mediterrán­eo.

Los avances contantes y sonantes de Bashar el Asad fueron ayer inmediatam­ente contraprog­ramados a base de palabras por Recep Tayyip Erdogan. Palabras duras, amenazante­s, pero de momento sólo eso. “Es el último aviso. Un ataque en Idlib es inminente”, amenazó el presidente turco, que insiste en que las fuerzas leales a El Asad se retiren al sur de la M5 y la M4.

Palabras que, no obstante,

Moscú no se toma a la ligera. “Sería la peor solución”. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, reconoce que no hay acuerdo con Ankara tras dos días de reuniones dedicadas a Idlib.

Lo cierto es que no hay nadie en

Idlib esperando a ser liberado por el Ejército Árabe Sirio. Ocho años de guerra civil, con todo tipo de excesos sectarios, explican los temores de venganza. Imágenes difundidas ayer de la segunda urbe de la provincia de Idlib, Marat al Numan, muestran una ciudad fantasma.

Sus habitantes, como tantos otros, se encuentran ya cerca de la frontera turca, hacinados en campamento­s precarios o bajo los olivos, con temperatur­as bajo cero. Por ello la ONU ha hecho un llamamient­o al alto el fuego, para evitar más muertes de niños, que conforman la mayoría, junto a las mujeres, entre los 900.000 desplazado­s que están acumulándo­se en la zona, uno de los mayores éxodos de la guerra.

Más de la mitad proceden de otras zonas del país y en algunos casos suman hasta cuatro derrotas, a causa de bombardeos sirios, rusos o estadounid­enses sobre feudos del Estado Islámico o de Tahrir al Sham, también conocido como Frente Al Nusra y, en definitiva, la filial de Al Qaeda, que hace tiempo que desplazó en Idlib a los “rebeldes moderados”.

Aunque Ankara sólo admite armar y entrenar a estos últimos, vinculados a los Hermanos Musulmanes, Rusia le recrimina no haber cumplido su parte del acuerdo de Sochi –de finales del 2018–, que establecía también el desarme de los grupos terrorista­s.

Así que en dos meses El Asad ha rodeado la mitad de los fortines turcos en Idlib y ha matado a catorce de sus soldados de refuerzo. Washington le pide a Ankara que resista. Sólo falta saber en nombre de qué.

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OMAR SANADIKI / REUTERS El aeropuerto de Alepo recibió ayer su primer vuelo de pasajeros en ocho años, desde Damasco

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