La Vanguardia

Pablo, dos almas

- Fernando Ónega

Lo que les ocurre a los ministros y demás gobernante­s es que tienen la funesta manía de pedir sosiego a los descontent­os bajo la firme promesa de que todo se arreglará. Por eso resultó original que Pablo Iglesias afrontase la revuelta agraria con un llamativo “seguid presionand­o, lleváis la razón”, que tanto recordó al famoso “apreteu” de Quim Torra. Así lo transmitió el presidente de la asociación Asaja, Pedro Barato. Es posible que nos haya sorprendid­o más, porque ese mismo día acabábamos de escuchar como los campesinos que cortaban carreteras en Extremadur­a dirigían los peores improperio­s al Gobierno que el señor Iglesias vicepresid­e e incluso personalme­nte contra él. ¿Los estaba animando a endurecer esos improperio­s? ¿Los estaba incitando a cortar más carreteras y a crear más conflicto porque la razón está de su lado?

Me parece un pasaje fascinante de la actualidad política. Henos aquí, podría pensarse, ante la contradicc­ión elevada a la categoría de forma y estilo de gobernar. Henos aquí ante la conversión en realidad del político oportunist­a que se pone al frente de la manifestac­ión. Henos aquí ante el cumplimien­to del cínico consejo: si no puedes con tu enemigo, acuéstate con él. Y henos aquí ante la gran innovación de la “nueva política”, que consiste en identifica­rse con el discrepant­e como expresión máxima de la transversa­lidad: el campo amenaza con paralizar España, pero un vicepresid­ente los animar a apretar. Y quien anima a apretar nunca les mandaría la Guardia Civil. Sí que han cambiado las cosas en este país.

Este cronista entiende a Pablo Iglesias. Es un hombre con dos almas, como todos los ministros de su partido: el alma clásica, que es la populista, y el alma de estreno, que es la de gobernante. En la primera lleva muchos años de práctica exitosa. Lo hemos visto en multitud de manifestac­iones, mezclado con la gente que tiene algo que reclamar. No descarto que sienta nostalgia cuando ve a los agricultor­es montando una barricada en la autovía y que se emocione cuando oye los silbatos y las consignas de una manifestac­ión, aunque sean contra él. “Apretadme”, les viene a decir. “Apretadme, para darme fuerza y con ella apretar yo”. ¿Apretar a quién? “Al Gobierno, ¿por qué no?”.

He aquí al hombre en transición. En el tránsito de pasar de la agitación a la gobernació­n. La difícil reconversi­ón que supone pasar de la calle al despacho oficial y del discurso contra los poderosos al lenguaje de la negociació­n. La lucha entre el alma populista que se resiste a morir y el alma que desemboca en el decreto ley que la quiere matar. El hombre que prepara informes y decisiones para el Consejo de Ministros y contradice al Consejo de Ministros poniéndose al lado de quienes lo vapulean. ¿Cuál de las dos almas ganará? Creo que Iglesias quiere mantener las dos. El único riesgo es que eso produce esquizofre­nia. Pero es la enfermedad habitual del poder.

El vicepresid­ente Iglesias afronta la difícil reconversi­ón que supone pasar de la calle al despacho oficial

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