La UE afronta su retraso digital
La Unión Europea ha dado señales de vida respecto al terreno de juego en el que se disputa la batalla por el poder económico y político en el siglo XXI: el mundo digital. La Comisión Europea, el órgano ejecutivo, desveló ayer las directrices encaminadas a acortar la brecha existente entre Europa y Estados Unidos y China, cuyas grandes compañías privadas de Silicon Valley –Google, Facebook y Amazon, entre otras– y públicas –en el caso del gigante asiático– lideran y rentabilizan los datos de medio mundo, bien con fines comerciales, bien con otros más difusos, desde los electorales –tan valiosos durante las campañas– hasta aquellos que permiten dirigir mensajes ideológicos a la medida de las convicciones del destinatario. Bruselas es consciente de este retraso y quiere que el año 2020 sea la rampa de salida para competir en este terreno si no de igual a igual, al menos como tercer actor con ambiciones de encabezar el reparto. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se comprometió ayer a “crear un mercado único” de datos a escala continental y a recabar financiación con la colaboración del sector privado a razón de 20.000 millones de euros al año en materia de inteligencia artificial. No es una cifra menor, pero tampoco impresiona si se tiene en cuenta el retraso y la distancia respecto a Estados Unidos y China, cuyas inversiones hasta la fecha alcanzan en millones los seis dígitos (ampliamente compensados por los beneficios y el dominio de la revolución digital).
El foco en la inteligencia artificial y el mercado de datos es, en primer lugar, un objetivo cargado de razones tangibles y, al mismo tiempo, de simbolismo. En los últimos dos años, la Comisión Europea ha estado acaparada por el Brexit y la tendencia a la ralentización propia de todo gobierno en sus meses finales (no había posibilidad de reelección de Jean-clauder Juncker y su equipo). De ahí que la presidenta Ursula von der Leyen trate de recuperar el tiempo perdido. Es decir, dotar de nuevo a Europa de ambiciones y proyectos a la altura de la formidable competencia tecnológica de Estados Unidos y China. Junto a la agenda social, la UE tiene que desempeñar un papel mayor en el mundo, porque la irrelevancia fortalece a las fuerzas políticas euroescépticas y aumenta la tentación de seguir la puerta de salida abierta ya por el Reino Unido. Iniciativas como la presentada ayer devuelven la razón de ser a Bruselas, el galvanizador imprescindible para que los estados europeos afronten con una sola voz la globalización, que tanto peso está dando a China (y apuntalando el tradicional liderazgo de EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial).
En cuanto a los planes sobre la inteligencia artificial a la europea destaca el acento en la protección y garantía del derecho a la privacidad de los ciudadanos, a menudo atrapados por un sistema que se lucra con sus datos personales, cuya obtención emana de un círculo diabólico: no hay otra opción que regalar la información si uno quiere vivir al día, y no sólo en lo que concierne a exhibicionismo social. Los progresos en la revolución digital atisban nuevos territorios y es urgente evitar que la nube reproduzca la segregación racial, la discriminación por razones de salud o ciertas desigualdades que ya habían sido superadas en lo que llamamos la vida real.
La presidenta de la Comisión Europea acierta al destacar la necesidad de protecciones para que los europeos puedan confiar en la inteligencia artificial, a la vista de los riesgos ya detectados y los que sin duda se derivarán del avance arrollador de la tecnología. Nunca una revolución en la historia de la humanidad fue tan veloz y abarcó el día a día de tantas personas. El reto europeo es erigirse en un modelo global en cuanto a protección de la intimidad y, al mismo tiempo, acortar la distancia que sin miramientos se han cobrado Estados Unidos y la República Popular China.
Bruselas aspira a crear
una red de garantías en protección de datos
para sus ciudadanos