La Vanguardia

Auge de las fronteras

- Lluís Foix

El miedo al otro fortalece las políticas xenófobas que afectan a todas las democracia­s

Los rusos han prohibido la entrada de chinos como precaución para evitar que el coronaviru­s penetre por los más de cuatro mil kilómetros de frontera entre los dos países. Los chinos tampoco podrán entrar en Rusia a través de puertos y aeropuerto­s. Se calcula que unos veinte millones de chinos, entre turistas, técnicos y empresario­s, visitan cada año al gran vecino euroasiáti­co.

La frontera no se cierra por razones políticas, militares o ideológica­s. Se impide la entrada de chinos por si transporta­n el virus que está causando grandes estragos en la población china y provoca inesperado­s efectos económicos negativos en todo el mundo. La suspensión del Mobile World Congress en Barcelona es uno de ellos.

La tendencia a reducir la movilidad humana es creciente en todo el mundo y por causas muy diversas. El pasaporte es cada vez más imprescind­ible cuando se creía que era un invento de las guerras entre los estados en el siglo pasado. Antes de la Gran Guerra, un ciudadano de Lisboa se podía presentar en San Petersburg­o sin que nadie le pidiera un solo papel. Bastaba que dispusiera de las onzas de oro suficiente­s para sufragar los gastos.

El Gobierno Sánchez ha quitado las concertina­s de Ceuta y Melilla pero ha levantado un 30% más las vallas entre Marruecos y las ciudades autónomas. Italia ha convertido la llegada de migrantes cruzando el Mediterrán­eo en uno de los debates más agrios de la siempre acalorada política del país.

Los partidos de extrema derecha crecen en prácticame­nte toda Europa por el miedo a los forasteros que supuestame­nte quieren cambiar nuestras formas de vida y subvertir nuestros valores. Una pregunta: ¿qué pasaría en nuestro país si de repente se fueran todos los inmigrante­s que han llegado en los últimos quince años? Pienso que vendría un colapso económico.

Donald Trump y Boris Johnson metieron el miedo en el cuerpo a sus electorado­s levantando vallas físicas o prometiend­o el control estricto de cuantos extranjero­s llegaran al país.

El Gobierno británico anuncia ahora una ley de inmigració­n que exigirá un nivel suficiente de inglés y solo podrán entrar quienes tengan una oferta de trabajo o académica. Siempre hay una razón nacionalis­ta. En el libro blanco se indica que las reglas europeas perjudicar­on las necesidade­s de los británicos. Nunca entraron en el espacio Schengen. Da igual. La culpa es del otro. Será muy difícil, por razones muy diversas, conseguir la movilidad universal en estos tiempos globalizad­os.

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