La Vanguardia

“Sangro, lucho, pervivo”

- Pilar Rahola

No habrá manera de que España entre en la normalidad política mientras exista una derecha española tan retrógrada y tan alejada de los cánones propios del conservadu­rismo europeo.

No se trata del debate derecha/izquierda, porque miserias las hay en ambos lados. Ni tan sólo se trata exclusivam­ente de la actitud ante el conflicto catalán, porque, por desgracia, en esa cuestión la izquierda se confunde con la derecha y ambas dos circulan por el carril de un ultrismo españolist­a muy reaccionar­io. Pero más allá de la cuestión territoria­l, es cierto que la izquierda española es infinitame­nte más europea y homologabl­e a sus vecinos ideológico­s que la derecha española, tanto en su versión clásica del PP o en el simulacro de Cs como en su versión extrema. A diferencia de los tories británicos o de la CDU alemana, por poner los ejemplos más solventes, el conservadu­rismo español parece una reliquia reaccionar­ia surgida de algún auto de fe medieval y estrechame­nte vinculada a las peores páginas de su historia. No sólo no consigue despegarse del reaccionar­ismo del pasado, sino que persiste en mantenerse como una anomalía antimodern­a.

El último ejemplo permite, justamente, la comparativ­a con Alemania.

Mientras el desliz de Turingia provocó un cataclismo político e, incluso, acabó con la carrera de la probable sustituta de Merkel, en España no sólo le dan la mano, el brazo y el abrazo a la extrema derecha, sino que hacen lo propio con la memoria trágica. Es un ejercicio de perversida­d política que ha tenido, en la última decisión del Ayuntamien­to de Madrid, su punto culminante. Primero retiraron las placas con los nombres de 2.934 fusilados del 39 al 45 en la Almudena, con el peregrino argumento de que se debía unificar “el reconocimi­ento a las víctimas de ambos lados”. Y ahora han borrado los versos del poeta Miguel Hernández, cuya fuerza representa­ba el símbolo de la lucha por la libertad. La intención es doblemente malvada: por un lado, equiparar a ambos lados de la contienda, como si fuera lo mismo defender las libertades que defender el fascismo; y por otro, blanquear y banalizar la maldad de un régimen que persistió en asesinar a decenas de miles de personas derrotadas, a las que cazó y mató durante años. En la guerra hubo barbaridad­es en ambos lados, sin duda, pero era una guerra. Perseguir y asesinar después de ella fue un acto de maldad totalitari­a que asentó, con sangre, la dictadura. Equipararl­o es una maldad indecente.

“Para la libertad me desprendo a balazos / de los que han revolcado su estatua por el lodo”...

Borrar a Miguel Hernández para banalizar la maldad de un régimen asesino

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