La Sala Beckett celebra 10 años de La Virgueria con la distópica ‘Demà’
Se llaman La Virgueria y son uno de los grupos que protagonizaron el boom de jóvenes compañías teatrales en Catalunya hace una década. Grupos que nacieron al calor abrasador de la crisis económica, que no les dejó otra que autoorganizarse. Y que han resistido a pesar de la falta de apoyo de las instituciones. Ahí están La Ruta 40, Atresbandes o La Calòrica, que acaba de cumplir diez años con un lleno total en el Lliure. La Virgueria, encabezada por Aleix Fauró e Isis Martín, celebra también una década de vida. Y lo hace desde hoy y hasta el 8 de marzo en la Sala Beckett –de la que es compañía residente este año– con un thriller distópico: Demà. Una historia ambientada en un mundo futuro muy cercano. Una pieza en la que la primera y la última escena coinciden: es circular, comienza por el final para ir hacia el principio y entender cómo han llegado a esa situación.
Claro que, para ciencia-ficción, que La Virgueria haya sobrevivido diez años en el teatro barcelonés de la crisis. Aleix Fauró asegura que no le sorprende que todas estas compañías hayan resistido. “Hemos sido muy pesados y muy insistentes. Creíamos mucho en nosotros y hemos apostado mucho, hemos trabajado muchas horas gratis, hemos perseverado y no nos han quitado la ilusión. Hemos tenido insistencia, ganas y fuerza”, remarca. En el caso de La Virgueria, creando un sello muy propio, un teatro en el que las ideas pasan a través de los cuerpos de los intérpretes.
Obras como El pes del plom, sobre la industria de las armas,
L’hivern al cos, sobre la pérdida,
180º de cel, sobre la reinserción,
Snorkel, sobre la manera de relacionarnos entre nosotros y con la Tierra... Fauró sonríe: “Es un sello filosófico, el compromiso de intentar hacer del mundo un lugar diferente”. Con un texto que pasa a través de los cuerpos, la música y el movimiento para generar imágenes y así “llevar de viaje a los espectadores”.
Ahora con Demà, un texto de la dramaturga Helena Tornero en el que, cuenta Fauró, “la temporalidad va hacia atrás para descifrar el mundo distópico de los protagonistas en el que no hay contaminación, pobreza o suciedad, un mundo en el que algo no encaja”. Un universo cercano. “Se titula Demà: la mayoría de cosas que planteamos como distopía ya pasan, como que el mundo esté segregado y haya una zona de privilegiados”. Un mundo con el que reflexionan, dice, sobre “la indigencia emocional y sobre el amor como término real ahora que hay escuelas del amor que convierten en fórmula matemática encontrar pareja”. “Un gesto de amor marca el giro argumental. Y la pregunta es si es posible el amor cuando hay desigualdad, del tipo que sea. Y si el amor y la verdad han de estar ligados”, concluye.
Los protagonistas viven en un mundo en el que no hay contaminación ni pobreza ni suciedad