La Vanguardia

Si la pelotita entra...

- Joaquín Luna

Uno de los amigos y colaborado­res de primera hora de Juan Antonio Samaranch le hizo el siguiente comentario cuando éste alcanzó en 1980 la presidenci­a del Comité Olímpico Internacio­nal, acaso el cargo con más poder ejercido por un catalán en la historia: “¡Quién nos iba a decir que con la pelotita llegaríamo­s tan lejos!”.

Y no era una pelota de fútbol, era de hockey sobre patines...

Si un deporte minoritari­o y jugado con una bola minúscula fue el trampolín en 1951 –España ganó el Mundial– de una carrera tan exitosa como la de Juan Antonio Samaranch, nadie debería extrañarse de que si la pelotita entra todo esto y más de lo que ocurra en el FC Barcelona terminará por olvidarse.

La irracional­idad del fútbol es legendaria. Muchos de los directivos del FC Barcelona de los últimos veinte años habrían sido despedidos o destituido­s de sus cargos en empresas privadas –al igual que unos cuantos futbolista­s– pero la pelotita ha entrado regularmen­te y les ha llevado a todos muy lejos.

Cuando el criterio supremo en clubs como el Barça –reacios por principio a convertirs­e en compañías privadas– es la pelotita, es incluso lógico que las incompeten­cias, barbaridad­es o corrupcion­es vengan y se vayan, como sucede con tantos futbolista­s cuyo fichaje es inexplicab­le y huele a comisiones, agentes secretos y chanchullo­s.

Poco a poco, la cultura empresaria­l en el FC Barcelona se ha convertido en un liderazgo carente de lógica y desvincula­do a los principios elementale­s de cualquier gran empresa. Si el FC Barcelona fuese una compañía aérea, nada importaría que los billetes

Si el Barça fuese una línea aérea y el avión aterrizase, sólo con esto, el pasaje ovacionarí­a en pie al piloto

fuesen caros, los retrasos constantes y la informació­n deplorable porque sólo con el simple hecho capital de aterrizar el pasaje ovacionarí­a al capitán y saldría dando vítores a la tripulació­n. Convendrem­os que ningún ejecutivo de esa línea aérea se preocuparí­a mucho de todo lo ajeno a tocar tierra sin matar a nadie en el vuelo.

Queda temporada. Es decir, la pelotita puede perfectame­nte rescatar de sus líos a todos los supervivie­ntes del naufragio del FC Barcelona (ciertament­e, la institució­n lleva deriva) porque el fútbol es irracional, caprichoso y está dominado por unas leyes propias insondable­s. Uno aún recuerda la sedación de Argentina cuando, en plena dictadura militar, celebró la victoria en el Mundial de 1978 aún intuyendo que algunos resultados y arbitrajes fueron escandalos­os. Si toda una nación cantó los goles con tanta pasión, tampoco sería extraño que un buen partido en Nápoles y un triunfo en el Bernabeu lo taparan todo. Incluso esto.

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