Alemania, en estado de shock tras el atentado ultraderechista en Hanau
El autor de la masacre, que causó 10 muertos, dejó mensajes racistas antes de suicidarse
Alemania se halla conmocionada por la masacre perpetrada la noche del miércoles en Hanau, a unos 20 kilómetros de Frankfurt, por un racista y supremacista de extrema derecha. Nueve personas murieron acribilladas en dos tiroteos consecutivos acaecidos en dos bares de cachimbas –entre ellas, varias de origen kurdo–. El asesino dejó mensajes de tipo racista y xenófobo antes de matar a su madre, de 72 años –que fue la décima víctima–, y de suicidarse.
En la plaza del mercado de Hanau, la ciudad alemana que el miércoles por la noche sufrió una masacre con sello de ultraderecha racista, cae la tarde mientras los vecinos expresan su duelo y su inquietud. Pocas calles más allá de donde anoche se celebraba un acto público en memoria de las víctimas, se halla la calle Heumarkt, y más allá el barrio de Kesselstadt. En esos dos lugares murieron acribilladas nueve personas en dos tiroteos consecutivos en dos bares de cachimbas. Las víctimas, entre ellas cinco turcos, un búlgaro y un bosnio, tenían entre 21 y 44 años, según informó la Fiscalía.
El presunto atacante, un alemán de 43 años identificado por la prensa germana como Tobias Rathjen, mató después a su madre, de 72 años, antes de suicidarse. La policía halló los cadáveres de ambos en el domicilio del sospechoso, al que acudieron los agentes hacia las 3 horas de la madrugada del jueves siguiendo la pista del coche que huía. Junto al cadáver del hombre estaba el arma homicida. Según la policía del land de Hesse, además de estos once muertos, hay cuatro heridos.
“Las cosas terribles siempre pasan en algún otro lugar en el mundo; no ocurren nunca en tu ciudad, hasta que ocurren en tu ciudad”, se duele la joven Zeliha, de 21 años y origen turco, nacida en Alemania y cada vez más preocupada porque a veces, al ver su cabeza velada, le gritan “pañuelo de mierda”. Zeliha hace prácticas de administrativa en el Ayuntamiento de Hanau, y ha acudido a la concentración con Kristin, de 24 años, su supervisora. “Vivir juntos sin problemas y sin importar los orígenes de cada uno debería ser lo normal”, suspira Kristin, aún horrorizada por lo ocurrido en su ciudad variada y multicultural.
En la plaza se alza la estatua de los hermanos Wilhelm y Jakob Grimm, los célebres recopiladores de cuentos populares alemanes de los siglos XVIII y XIX, que nacieron en Hanau, y en cuyo pedestal la gente coloca velas y flores en memoria de las víctimas. “Nos mantendremos unidos, queremos vivir juntos, y mostraremos que esta es la medida más fuerte contra el odio; no nos dejaremos intimidar”, acaba de decir el presidente federal, Frankwalter Steinmeier, venido de Berlín para la dolorosa ocasión.
La sociedad alemana está conmocionada por el odio que destilan los ataques de Hanau, localidad de 100.000 habitantes a 20 kilómetros de Frankfurt. Tobias R. –como siguen designándole las autoridades– había colgado en internet un manifiesto y un vídeo en los que detallaba las argumentaciones de extrema derecha supremacista y xenófoba que le habrían impelido a matar, si bien no especificó que tuviera tales planes.
Por la “especial relevancia” del suceso, y tras clasificarlo como sospechoso de violencia terrorista, la Fiscalía Federal de Alemania asumió el caso. En una comparecencia ayer, el fiscal general, Peter Frank, dijo que manifiesto y vídeo muestran “no sólo pensamientos enloquecidos e intrincadas teorías conspirativas, sino también una mentalidad profundamente racista”.
En efecto, aunque fueron retirados de inmediato de internet por las autoridades, su contenido llegó a conocerse. En el manifiesto de 24 páginas y en un corto vídeo en Youtube, grabado en una habitación en la que se ve una cama y un sillón y dos docenas de archivadores bien alineados, Tobias Rathjen mezcló delirios sobre supuestas conspiraciones secretas con ideología racista contra pueblos que, según su ideario, deberían ser aniquilados.
El presunto autor de las matanzas de Hanau estaba convencido de estar siendo vigilado por “una organización que opera sobre la base de un servicio secreto, pero que no aparece oficialmente con su nombre”, y que tiene agentes “capaces de leer la mente”. Así lo sostenía en su vídeo: “This is my personal message to all Americans” (así, en inglés). Según él, en Estados Unidos existen instalaciones militares subterráneas donde se tortura y asesina a niños, y donde se adora al diablo.
En el texto, el atacante desplegaba también afirmaciones xenófobas de extrema derecha. El hombre consideraba que la existencia de determinados grupos étnicos es “en sí misma un error fundamental”, y que hay pueblos que deben ser “completamente destruidos” pues “ya no es posible expulsarlos de Alemania”. Según él, esos pueblos indeseables estarían en buena parte de Asia, el norte de África e Israel.
En un mensaje televisado a última hora de la mañana, la canciller alemana, Angela Merkel, expresó sus condolencias y confirmó ya entonces los indicios de una motivación “ultraderechista”, “racista” y de “odio a personas de otro origen” en los atentados de Hanau. “El racismo es veneno; el odio es un veneno que existe en nuestra sociedad y que es culpable de muchos crímenes –afirmó la canciller democristiana–. Desde las fechorías de la
TRAS ASESINAR A EXTRANJEROS Tobias Rathjen mató luego en su casa a su madre, de 72 años, antes de suicidarse
UNA PROFUNDA RABIA XENÓFOBA El agresor sostenía que algunos grupos étnicos existen por error y que deben ser destruidos
NSU hasta el asesinato de Walter Lübcke y los asesinatos de Halle”.
Merkel evocaba así otros asesinatos de matriz ultraderechista en Alemania. El pasado octubre un hombre que quería atacar una sinagoga en Halle abrió fuego en la calle y mató a dos personas. También en el 2019, en junio, el político conservador Walter Lübcke, defensor de refugiados, fue asesinado a tiros por un ultra en la terraza de su casa en Kassel. Y del 2000 al 2006, el grupúsculo terrorista Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU) mató a nueve extranjeros en el país.
Tobias Rathjen era empleado de banca, y en su perfil en redes ponía que nació en 1977 y estudió Administración de Empresas en la Universidad de Bayreuth. Era un desconocido para la policía y los servicios de inteligencia, y aunque los primeros indicios apuntan a que actuó solo, los investigadores indagarán “si hay otros partidarios o cómplices en los ataques de Hanau”, dijo el fiscal general Frank. Rathjen poseía licencia de tirador deportivo, y en su coche la policía encontró munición y una funda de pistola.
El primer ataque se produjo sobre las diez de la noche del miércoles, en el bar Midnight, donde también se servía comida oriental. El agresor llamó y se dirigió a la zona de fumadores, donde empezó a disparar. Allí cayeron muertos cinco jóvenes, uno de ellos mujer. Según medios locales, la mujer era madre de dos niños y estaba embarazada.
Poco después, se produjo otro tiroteo mortal cerca de otro local similar, el Arena Bar Café, en el barrio de Kesselstadt. En este caso las ráfagas de disparos partieron de un coche en marcha. Y en una vivienda de ese barrio fue donde la policía halló de madrugada los cadáveres de
Rathjen y de su madre. El padre estaba con vida en el edificio.
“Yo vivo muy cerca del bar Midnight –cuenta Zeliha en la plaza del mercado–; es una zona con gente de muchas partes, polacos, turcos, rusos, africanos, asiáticos, alemanes; y el barrio de Kesselstadt, donde vivía ese hombre, también es un poco así. Seguramente una persona como él no podía soportarlo”. Ahora tocará rehacerse y poner barreras más efectivas contra el odio. “Fue una noche tan terrible como nadie podría imaginar –declaró el alcalde de Hanau, el socialdemócrata Claus Kaminsky–; fue una noche de la que nos ocuparemos durante largo tiempo, y que permanecerá en nuestros recuerdos más tristes”.
LA ALERTA DE LA CANCILLER “El racismo es veneno; el odio es un veneno que existe en nuestra sociedad”, dijo Merkel