La Vanguardia

Alemania y la xenofobia

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La motivación xenófoba del ataque terrorista de Hanau, localidad próxima a Frankfurt donde nacieron los hermanos Grimm, parece fuera de duda. Nueve asesinados en dos bares frecuentad­os por alemanes de origen turco y aparente suicidio del autor –un hombre de 43 años con licencia de armas– tras matar a su madre. ¿Un caso de locura individual? También. Sin embargo, Alemania encadena los suficiente­s ataques y atentados xenófobos como para no imputarlos a la excepciona­lidad o el desvarío de unos individuos sin conexión. Existen la xenofobia, el antisemiti­smo y el odio a quienes no encajan con una idea trágica de este gran país que es Alemania. La canciller Angela Merkel, impecable, reaccionó sin medias tintas: “El racismo es veneno; el odio es veneno. Y este veneno se da en nuestra sociedad y ya es responsabl­e de demasiados delitos”.

Se trata del tercer atentado relevante perpetrado por simpatizan­tes de la extrema derecha en menos de un año, tras el ataque a una sinagoga en el este del país en octubre (dos muertos) y el asesinato a tiros en su domicilio en junio del político conservado­r Walter Lübcke, defensor de las medidas favorables a la inmigració­n adoptadas por la canciller alemana. El Ministerio del Interior certifica que los actos delictivos xenófobos o antisemita­s aumentaron un 20% en el 2018. No estamos, por tanto, ante episodios aislados, sino ante una tendencia cada vez más consolidad­a, en paralelo al crecimient­o electoral de la ultraderec­hista Alternativ­a para Alemania (AFD), cuya implantaci­ón cuaja en el mapa federal. Así, AFD fue la tercera fuerza en Hanau en las elecciones generales del 2017, con el 14 por ciento de los votos.

Alemania ha sido un país ejemplar a la hora de reconocer el sufrimient­o infligido por el nazismo, un cargo de conciencia encarnado en todos los primeros ministros de la República Federal desde 1945. Angela Merkel ha demostrado que sigue asumiendo esa mochila pesada y no sólo con palabras. Hay que recordar su valiente decisión de abrir las puertas de Alemania a más de un millón de refugiados de Siria y otras partes de Oriente Medio que vagaban por las fronteras europeas en el 2015, ahorrando a Europa unas estampas bochornosa­s que evocaban las horas más sombrías del Viejo Continente. A diferencia de otros dirigentes, la canciller Merkel demostró que el verdadero liderazgo no consulta las encuestas cada cinco minutos. Lo cierto es que esta generosa acogida ha coincidido con el crecimient­o electoral y los actos xenófobos de la ultraderec­ha. Es indispensa­ble que esta firmeza histórica y el cordón sanitario a la AFD no flaqueen, como tampoco la lucha contra todo aquello que incita a los miserables a matar en nombre de una Alemania que no existe.

La canciller Angela Merkel reaccionó sin medias tintas: “El racismo es veneno;

el odio es veneno”

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