La Vanguardia

Pragmático y soluble

- Álex Sàlmon

Cómo harán para negociar algo si no saben ni concretar un día en la agenda? La pregunta es simple y exagerada. Puede que hasta mentirosa y populista. Pero a nadie se le hubiera ocurrido de no haber observado como tragicómic­o el episodio de la fecha de arranque de la mesa negociador­a. El discurso político contemporá­neo puede ser de muy baja calidad, pero nadie es tan torpe.

Sin embargo, bajo este rifirrafe de fechas ya solventado, subyace un resquemor entre partes, y entre las partes de las propias partes. A lo Groucho Marx, sin noches en la ópera posibles. Y, por ello, parece existir entre los contratant­es la necesidad de demostrar que la mano que agarra el mango de la sartén es la propia. Todo lo que pacta Rufián con el PSOE en el Congreso de los Diputados no es aceptable por los que, de momento, tienen el poder de las fechas, que son Quim Torra y Carles Puigdemont.

La excusa no oficial de la elección de fecha tuvo que ver con la prisa que tenía la Moncloa por celebrarla antes del aplec de Puigdemont en Perpiñán. Pero mientras que febrero no tenga más días que 29 no existían más posibilida­des. Así la polémica, inútil e infantil, evidenció lo que ya es grito: el independen­tismo no se fía de sí mismo.

Una misma cara distorsion­ada con tres gestos diferentes: el independen­tismo pragmático, representa­do por Pere Aragonès;

el impertérri­to, donde Torra es el más cercano, y el soluble. Cuidado, lo que es soluble se deshace, pero no desaparece. Y así es el independen­tismo que, de forma maquiavéli­ca, se acerca a las teorías de Santi Vila, expuestas en su libro Vencer y convencer (Península/proa), puede que bañado de viejo o nuevo catalanism­o, puede que recubierto de nacionalis­mo a la antigua pero repercutid­o en la frase final del discurso del exconselle­r en la presentaci­ón de su ensayo en el Cercle d’economia: “Nos hemos liado. Estábamos en una agenda de organizaci­ón y repartició­n del poder y nos hemos alejado de problemas que pueden impactar en nuestras vidas”.

La frase habla de reparto de poder. En realidad los tres independen­tismos hablan de lo mismo: de poder. Como siempre. Pero su gestualida­d difiere. El pragmático parece buscar salidas posibles ante el arco parlamenta­rio dibujado tras las elecciones del mes de noviembre. El impertérri­to quiere mantener una llama viva fruto de un 1-O cada vez más alejado y alentado por los aires que llegan desde Waterloo. ¿Y el soluble? ¡Ay, el soluble! Si Catalunya fuera un país normal la sociedad más transversa­l ya se estaría organizand­o para preparar los próximos 20 años ante la amenaza de una economía globalizad­a y con fuertes desigualda­des. Sin embargo, el resquemor paraliza la empatía. Demasiada inteligenc­ia junta y muchos gallos en un mismo gallinero.

El temor es que la siguiente escena de este sainete tan particular repita unas mesas negociador­as tras un día de sol. Como el drama de Luigi Pirandello donde seis personajes buscan un autor.

Los tres independen­tismos hablan de lo mismo: de poder; como siempre, pero su gestualida­d difiere

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