La Vanguardia

Como una violación

- Pilar Rahola

Dicen los que saben de la cosa que la Fiscalía de Catalunya conforma uno de los núcleos más duros del “a por ellos” que inspira a la Fiscalía del Estado, en el proceso contra los líderes catalanes. Y aunque no se dijera, queda patente observando sus actuacione­s, reiteradas en la beligeranc­ia contra el independen­tismo.

Aquella famosa frase de Lesmes, que aseguraba que la unidad de España era un “mandato directo” para los jueces, toma categoría de mandamient­o religioso en la Fiscalía catalana. Siempre va más allá, extrema los argumentos, fuerza los límites, intenta la versión más represora de las penas, y en el proceso, llega al paroxismo argumental. El último ejemplo es un ejercicio de prosa esperpénti­ca que, si no fuera tan desalmada, sería cómica. Es el escrito del fiscal contra el permiso de 72 horas concedido por la junta de tratamient­o de Lledoners a Jordi Cuixart, en pleno derecho de salir puntualmen­te de la prisión porque ha cumplido una cuarta parte de la pena, está en segundo grado y tiene buena conducta. Le correspond­e este derecho, pues, más allá de ningún debate político, pero la Fiscalía ha expresado su rechazo más virulento y los argumentos son un manual de despropósi­tos, fundamenta­lmente porque entran de manera intrusiva en las ideas y conviccion­es de Cuixart.

Dice el fiscal, como piedra angular de su razonamien­to, que Jordi no se arrepiente y no rectifica. Es decir, Cuixart no se ha “reeducado”, ni se ha convertido a la fe de la unidad de España, se mantiene en sus conviccion­es democrátic­as a favor de un referéndum y anhela la independen­cia de su nación, y por eso no puede tener derecho a salir de la prisión. O sea que, para el fiscal, la estancia en la prisión no sólo responde a una condena impuesta, sino que debe ser una triturador­a de ideas que transforme a un independen­tista en un patriota del Reino de España. Más o menos como si la prisión fuera un instrument­o que lobotomiza cerebros. Y por eso quiere castigarlo (más allá del castigo), porque se mantiene en sus ideales. Añade que la convicción de haber sufrido un juicio político, la falta de arrepentim­iento y la voluntad de volver a repetir sus ideales es la demostraci­ón de que Cuixart “presenta importante­s distorsion­es cognitivas” (síndrome que debe afectar a algunos millones de catalanes), lo cual lo convertirí­a en un riesgo para la sociedad. Y para justificar su argumentar­io, la traca final: compara el riesgo de “recaer” de Cuixart con el riesgo de un violador o de un asesino.

Fecha del recurso del fiscal: 18 de febrero de 1920. Perdón, 2020.

La prisión entendida como un instrument­o que lobotomiza

cerebros

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