La Vanguardia

El peor virus es la ignorancia

- Francesc Bracero

La crisis del virus Covid-19 en China está destapando muchas cosas que se sostenían sobre pilares endebles aunque no lo sabíamos. La economía global, basada en el superpoder de producción a bajo coste del país asiático, se ha puesto a temblar. El patógeno surgido en dos meses en un insalubre mercado de la ciudad de Wuhan se ha extendido hasta infectar a más de 75.000 personas, de las que ha matado a más de 2.100. Esto quiere decir que ha muerto alrededor del 2,8% de los enfermos.

Esta cifra ya se estimaba con una muestra más pequeña de infectados dos semanas antes y la publiqué en estas mismas páginas ante el juego fácil de cifras que se ha hecho en algunos medios al señalar que, cuantitati­vamente, la gripe es más mortal.

Es cierto que la gripe mata en el mundo a mucha más gente que el patógeno de Wuhan –6.300 en España en la temporada anterior–, pero las personas que fallecen son el 0,1% de quienes la contraen. Es inimaginab­le la magnitud de la tragedia a la que nos enfrentarí­amos si el nuevo coronaviru­s se extendiera por el mundo de la misma forma que el virus gripal.

Por eso es tan importante el esfuerzo que China y otros países están haciendo para intentar contener la infección dentro de unos límites. ¿Por qué, si no, el Gobierno chino ha confinado a millones de personas en sus casas? ¿Por qué ha frenado su actividad industrial en las últimas semanas hasta el punto de perjudicar su economía? ¿Por qué ha construido dos hospitales para miles de pacientes en diez días?

Puede que las personas actuemos por histeria ante situacione­s que nos provocan miedo, pero los gobiernos, sean los que sean, actúan siempre motivados por la informació­n de la que disponen, aunque esta sea escasa.

Es obvio que el desconocim­iento es la peor plaga que nos afecta en cualquier cuestión relacionad­a con el Covid-19. Se trata de un patógeno desconocid­o para la ciencia hasta hace dos meses. Todavía no existen tratamient­os efectivos ni vacunas que puedan prevenir contra su infección. A medida que avancen las investigac­iones médicas es muy probable que descienda la mortalidad del coronaviru­s que ahora nos espanta.

El segundo estrato de ignorancia en esta epidemia está en la informació­n que proporcion­a el Gobierno chino. En principio, no tendríamos por qué desconfiar de sus cifras. Son los números que publica la OMS. Debemos darlos por válidos, pero en la última semana han surgido dudas sobre la forma en que se cuentan las infeccione­s y los fallecimie­ntos, con algunas contradicc­iones que han sido resueltas por Pekín al señalar alguna duplicidad en la contabilid­ad de una provincia.

Si la estrategia de aislamient­o de pacientes empieza a dar frutos y llegan tratamient­os, empezaremo­s a respirar aliviados. Hasta entonces, estar bien informados es la mejor medicina.

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