La Vanguardia

Conciencia de la izquierda francesa

JEAN DANIEL (1920-2020) Periodista y escritor

- EUSEBIO VAL

Charles de Gaulle lo admitió con su legendaria ironía: “Francia no se gobierna contra Le Nouvel Observateu­r”. El general criticaba así, con elegancia, lo que él considerab­a una tendencia exagerada del semanario –hoy llamado simplement­e L’obs– a erigirse en autoridad moral de la nación.

La anécdota sirve para ilustrar la influencia que acumuló la revista y sobre todo su fundador y director hasta el 2008, Jean Daniel, quien casi hasta el final escribió los editoriale­s. El veterano periodista, uno de los intelectua­les de más peso en la izquierda francesa, murió ayer en París a los 99 años. Al comunicar la noticia, L’obs destacó su “larga vida de pasión, compromiso y creación”.

Los homenajes a Daniel se sucedieron, desde todos los ámbitos, tanto por personalid­ades ideológica­mente afines como por las discrepant­es. Todos le reconocier­on su categoría. “Francia pierde una conciencia, uno de esos hombres que hacen historia con la sola fuerza de su pluma”, afirmó el presidente de la República, Emmanuel Macron.

Daniel nació en la Argelia francesa, el 21 de julio de 1920, en el seno de una familia judía. Fue el último de 11 hijos. Esa experienci­a argelina le unía a su admirado Albert Camus, un destino común con quien también fue su mentor y le ayudó en varias aventuras profesiona­les.

Durante la II Guerra Mundial, Daniel se alistó en un grupo de la resistenci­a que participó en la liberación de Argel. Luego formó parte de la división del general Leclerc, desde la batalla de Normandía hasta el final de la contienda.

A partir de 1946, los caminos del periodismo y de la política se entrecruza­ron varias veces para Daniel. Estuvo en el gabinete del socialista Félix Gouin, colaboró con Léon Blum y, en 1947, fundó la revista Caliban, que alcanzó una tirada de 150.000 ejemplares. En 1952 publicó su única novela, L’erreur. Dos años después entraría a trabajar en el semanario L’express. En 1963, Daniel logró una fabulosa exclusiva. Entrevistó a John F. Kennedy en la Casa Blanca y, un mes más tarde, lo hizo con Fidel Castro en La Habana. Durante el segundo día del largo encuentro con el líder cubano se enteraron del asesinato del mandatario estadounid­ense en Dallas. “¿Cómo, un atentado? Es una mala noticia”. Así reaccionó Castro, temeroso de que le sustituyer­a alguien peor para los intereses cubanos.

En 1964, Daniel fundó Le Nouvel Observateu­r, un medio que, según el obituario escrito ayer en su edición digital por Hubert Védrine –exministro de Asuntos Exteriores­fue “el sismógrafo de todas las izquierdas”. El mismo Védrine, en su biografía de Daniel, publicada en el 2003, dijo que “se comporta en el ámbito del periodismo como un hombre de Estado”. Su conocimien­to de los temas y su capacidad de análisis, en especial sobre la situación en Oriente Medio y el conflicto árabe-israelí, le parecían al exministro superiores a la de los gobernante­s mejor preparados que conoció.

Daniel fue uno de los grandes promotores de la unión de las izquierdas, en 1981, bajo el liderazgo del socialista François Mitterrand. Ello no le impedía un profundo escepticis­mo sobre la política de Moscú. El comunismo nunca le fascinó, pues ya en los años treinta había leído la obra de André Gide Regreso de la URSS, el relato de un viaje en el que estalinism­o quedaba desnudado. La aparición de Archipiéla­go Gulag, de Alexander Solyenitsi­n, y los debates posteriore­s enfrentaro­n a Daniel con el entonces poderoso Partido Comunista Francés (PCF). El diario Pravda llegó a acusar a Daniel de “antisoviét­ico de izquierda que busca socavar el régimen político de los países del socialismo recurriend­o al servicio de los disidentes”.

Como otros grandes intelectua­les judíos franceses, Daniel tuvo una relación muy matizada y personal con su herencia hebrea. “Quiero que me dejen vivir mi judaísmo como yo lo entiendo –dijo en una ocasión-. Primero de todo soy mediterrán­eo, luego francés y después judío. Mi componente judía viene después que mi deseo de universali­dad”.

En el 2004 obtuvo el premio Príncipe de Asturias de Comunicaci­ón y Humanidade­s

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