Arranque emocional en Berlín
Sigourney Weaver abre el festival con ‘Mi año con Salinger’, donde brilla Margaret Qualley
Sigourney Weaver abrió ayer la Berlinale como primera estrella en pisar la alfombra roja y en tanto que actriz clave en la película inaugural del certamen, Mi año con Salinger. Se trata de un drama biográfico de tono emotivo y amable, bien realizado, con toques de humor y romanticismo; es decir, con los ingredientes necesarios para triunfar en taquilla. Y con una protagonista, la joven Margaret Qualley, que si ya se lució a gusto en su papel de seguidora de Charles Manson en Érase una vez... en Hollywood ,de Quentin Tarantino, aquí brilla sin que ni siquiera la veterana Weaver pueda tapar su luz.
My Salinger Year, como se titula en el original, está dirigida por el canadiense Philippe Falardeau y se basa en la novela autobiográfrente fica de Joanna Rakoff, que compareció ante la prensa junto al equipo del filme. Tal como Weaver destacó en la presentación ante la prensa, la cinta es “una carta de amor a la literatura” y al mundo de los fans, específicamente los del escritor J. D. Salinger pero en general a todos los seguidores de cualesquiera creadores y artistas: al fin y al cabo, “aquellos para quienes trabajamos”, añadió la tres veces nominada al Oscar y ganadora de un Globo de Oro (por Gorilas en la niebla, 1988).
En su interpretación de Joanna Rakoff, Margaret Qualley representa a una veinteañera que en 1995 llega a Nueva York para pasar unos días pero enseguida decide quedarse con la intención de ponerse a escribir y publicar. Como a la hora de la verdad la meta se hace tan difícil, la chica acepta entrar en una agencia literaria. Al de la empresa está la tiesa y, según la propia Weaver, “poco amable” agente literaria Margaret: una suerte de simbiosis entre su personaje en Alien, la temible Ripley, y la no menos borde Miranda Priestly que Meryl Streep encarna en El diablo viste de Prada, película a la que Mi año con Salinger se asemeja en el planteamiento inicial... Aunque con la muy notable diferencia de que –como también subrayó Weaver– aquí no se trata de una revista de moda sino de una especie de santuario de la literatura. El dios de ese templo es naturalmente el autor de El guardián en el centeno ,a quien Margaret trata de proteger aún más de lo que él mismo había decidido protegerse, largo tiempo atrás, con su reclusión en Cornish, New Hampshire.
El largometraje no es sólo un homenaje al arte de la palabra escrita sino a todas las formas tradicionales, pausadas y directas de la comunicación humana en el mundo anterior al e-mail y Whatsapp: el mundo de los contactos de tú a tú, por teléfono y por carta, si bien la función del personaje de Qualley es responder a las misivas de los admiradores del escritor con un “Muchas gracias pero el señor Salinger no desea recibir correspondencia”. En un guiño extremo del director a ese universo ya casi extinto, la agente literaria Margaret recibe en la oficina un ordenador como quien recibe al Octavo pasajero, su alienígena enemigo en Alien.
La première de Mi año con Salinger –fuera de concurso– vino a funcionar como arranque suave de un festival mucho más reticente a las polémicas que por ejemplo el de Cannes. En esa línea, el presidente del jurado y gran actor británico Jeremy Irons abrió la Berlinale ante la prensa con una declaración “personal” concebida para evitarse una controversia que venía cantada: la de anteriores afirmaciones suyas contra los matrimonios homosexuales y el “pecado del aborto”.
“Déjenme ser completamente claro de una vez por todas”, empezó Irons.y, leyendo la nota que llevaba redactada, concretó: “Respaldo totalmente los movimientos a favor de la igualdad y frente a los abusos contra las mujeres. Aplaudo la legislación para el matrimonio entre personas del mismo sexo allí donde se ha aprobado. Apoyo el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo si así lo deciden”, dijo. E hizo votos para que la declaración pusiera la polémica “a dormir”, de modo que a partir de ese momento en el festival sólo se hablara de cine. Lo cual significa, obvia es la paradoja, hablar absolutamente de todo.
La cinta de Philippe Falardeau es “una carta de amor a la literatura”, dijo Sigourney Weaver
Jeremy Irons, al frente del jurado, declaró y aclaró su apoyo a las leyes de matrimonio homosexual y aborto