La Vanguardia

“Llevados al límite todos podemos matar”

Dominique Manotti, autora de ‘Oro negro’

- NÚRIA ESCUR

Su nombre de soltera es Marienoëll­e Thibault pero la conocemos como Dominque Manotti, dama francesa del género negro que antes que escritora –tardía, a los 53– fue historiado­ra y profesora especializ­ada en economía. Manotti –que selló con sabiduría la Bcnegra– nos ha regalado Oro negro (Ed. Versátil) donde su comisario, Théo Daquin, con sólo 27 años, es destinado al obispado, una de las comisarías más conflictiv­as.

De pasado sindicalis­ta e ideología marxista, Manotti intenta desentraña­r los nudos de grandes poderes que dominan el mundo y anidan en el capitalism­o. Menuda e inquieta, casada con el mismo hombre desde hace cincuenta años, mueve sus manos como sarmientos mientras nos explica sus experienci­as. Su aspecto –tiene algo de Yourcenar y de Duras– es más detectives­co que literario. Pero hoy nos sitúa en Marsella, 1973. Una ciudad donde los ajustes de cuentas se cruzan con la resolución de la French Conection que destapó la relación entre políticos y mafia.

“Dormid tranquilos que la policia os protege”.

Ese es el mensaje que quieren dar. Pero en la novela negra es muy distinto: el crimen es reflejo de la sociedad y no un acto individual. Y nunca hay final feliz. Quizá el criminal sea castigado pero eso no soluciona nada... El estado natural de nuestral sociedad es el desorden bajo apariencia de orden.

¿El imperio de la droga es el más potente mundialmen­te?

Creo que hay otros imperios que se inmiscuyen ahí, que manejan todo ese mal, todo ese dinero... la corrupción política es la que carcome. ¿La droga? En Francia no se considera drogadicto al alcohólico y a veces es mucho más dañino.

¿Lo moral se difumina en el día a día del escritor de noir?

No hay frontera entre el bien y el mal. No existe. Quiero que la gente entienda que los monstruos no existen, son humanos.

¿Ha conocido algún asesino?

Delincuent­es sí, bastantes; asesinos no. Pero fui profesora durante veinticinc­o años en la banlieu de Saint-denis, de las más peligrosas, y le aseguro que ahí conocí todo tipo de pequeños delincuent­es.

Fue testigo en varios procesos policiales. ¿Lo recuerda?

Sí, pero no quiero hablar de ello... Hubo un caso terrible. Participé en la defensa de un chico del barrio. Tres policías le acusaron falsamente. El chico fue condenado y después .... uno de aquellos policías se suicidó. ¡La responsabi­lidad era del juez!

¿Todo ser humano, es capaz de matar? ¿ O de delinquir?

Por supuesto. Llevados al límite todos somos capaces de matar, de ejercer el mal, todos. Los nazis fueron sostenidos por la inmensa mayoría de la población alemana. Y cuando fueron derrotados se les integró y santas pascuas... Se hicieron pasar por demócratas.

Su comisario, Daquin, es homosexual. Usted ha hecho que le guste el rugby por algo...

Sí, porque a mi padre jugaba a rugby, estaba federado. Yo veía jugar, a esos hombretone­s grandes como armarios, brutos, viriles...la

melée, pero cuando ganaban, entonces se abrazaban como niños, se tocaban, se dejaban ser frágiles... y se decían llorando “te amo, te amo”.

¿Por qué se avergüenza­n?

No lo sé, pero es así. Como tampoco sé por qué jamás me sale la voz femenina. En la ficción me llevo mal con las mujeres. Mi Daquin es un hombre profundame­nte violento pero también cálido.

Es totalmente incorrupti­ble

Porque proviene de una familia rica, jamás le ha preocupado el dinero. No es un héroe.

Usted fue marxista y sindicalis­ta. ¿Cual es hoy su partido?

¡El partido del desastre! Mis ideas políticas han sido derrotadas. Fui comunista no ortodoxa. Nuestros ideales ya no existen, han sido devastados. Fui secretaria general de una coalición sindical en una empresa textil turca y lo que me queda de eso es que no creo en el trabajo individual. Sólo en la fuerza colectiva para el bien común.

Hay un autor que le marcó.

James Ellroy. Su L. A. Confidenti­al cambió mi vida. Yo cerraba mi militancia sindical y caí en la tristeza, casi depresión. Me dije: ¡Qué estupidez haber dedicado tantos años a estudiar la mentalidad del empresaria­do francés en el siglo XIX! Leer Ellroy me salvó.

Escribe a mano el original

Sí, necesito sentir esa pulsión biológica en mi mano para que llegue la imaginació­n. Es algo físico.

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CÉSAR RANGEL Manotti fue profesora en la banlieu más dura de París

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