La Vanguardia

‘Ni tú ni nadie’

- Maria Fernández Vidal

Tengo un nuevo filtro de Instagram. Es de esos que están tan de moda ahora, te hace ver las imágenes con un look retro, como de televisión de los ochenta. Lo pones, se activa una música y, de repente, todas las imágenes parecen de hace 30 años. O más. Probémoslo. Imagen de la mesa de la junta directiva del Barça justo ahora, en el 2020. Pongo el filtro y la imagen se me presenta tan desfasada que se dispara una canción de cuando ni siquiera había nacido.

Suena Ni tú ni nadie y el sonido de las

mil campanas me sitúa en una pista de baile de los ochenta. Con sintetizad­ores, hombreras, cardados y aquellos excesos sobrecarga­dos y decadentes. Quizá no es el momento de buscar si

¿fuiste tú el culpable o lo fui yo? Pero, en verano, alguien decidió saltar al escenario y participar del teatro del no-fichaje de Neymar, formando parte de esta película de bajo presupuest­o, sobre todo en cuanto a su guion.

En serio, no hay que decidir ahora si

¿fuiste tú el culpable o lo fui yo? Sin embargo, a pesar del desastre de Liverpool –el segundo naufragio europeo de Valverde– alguien decidió mantener al técnico y tenerle confianza, desafiando gran parte de la opinión culé. Y meses más tarde, Valverde fue humillado públicamen­te en el triste sainete de la búsqueda, con luces y taquígrafo­s, de un sustituto sin haberle comunicado antes que ya no contaban con él.

Estoy casi convencida de que ya me da igual si ¿fuiste tú el culpable o lo fui yo? Pero alguien ha dejado su sello en una planificac­ión deportiva que, a mitad

La imagen del Barça se me presenta tan del pasado que sobreviene una canción de los años ochenta

de temporada, ya ha quedado en evidencia. Llega el momento clave y el equipo va corto de efectivos y suenan, a toda prisa y a modo de subasta pública, nombres inverosími­les para el Barça.

¿Dónde está nuestro error sin solución? Difícil de acotar. Pero segurísimo que no fue un acierto pasear por los micrófonos al secretario técnico disparando con bala al interior de un vestuario capitanead­o por Leo Messi. Repito, Leo Messi. ¡Qué tiro en el pie!

¿Fuiste tú el culpable o lo fui yo? Ahora sí que ya me da igual, lo reconozco. De hecho, me confieso incapaz de señalar responsabl­es porque parece que no los hay. O eso me han hecho creer. Al fin y al cabo todo es tan etéreo como el universo de las redes sociales. Nadie pidió nada, nadie asume nada ni ha hecho nada... Sólo gestionar de manera pésima dinero de los socios. Como si fuera poca cosa. Y monitoreo arriba monitoreo abajo, la sensación de desbarajus­te aumenta.

Llegados a este punto de la fiesta, ¿cabe aún algún giro de guion? Nada más lejos de la realidad. Ni tú ni nadie puede cambiarme. El triste panorama duele tanto a la vista como las hombreras, los cardados y la sobrecarga­da decadencia de los ochenta personific­ada en Alsaka y Dinarama. La canción ya no suena. Ni las mil campanas. No me gusta este filtro. Final de etapa.

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