La Vanguardia

La revolución de las mujeres sube a los escenarios

El Lliure y el TNC se adelantan al 8 de marzo estrenando ‘El quadern daurat’ y ‘Solitud’ y recuperand­o autoras pioneras

- JUSTO BARRANCO

La fiesta y las manifestac­iones por el día internacio­nal de la Mujer son este próximo domingo, pero los dos grandes teatros públicos catalanes se adelantan este año tres días. Y lo hacen con unas propuestas que son un ejemplo de los cambios que han llegado con fuerza a los escenarios en muy poco tiempo, una revolución: si hace apenas tres o cuatro temporadas la presencia de directoras era casi testimonia­l en muchos escenarios, hoy han cambiado las tornas y si en algunos sitios se acercan a la paridad, en la programaci­ón actual del Lliure hay ya bastantes más mujeres que hombres dirigiendo los montajes. Lo que parecía imposible hace nada está aquí y, paradójica­mente, el teatro, ese lugar de debate que anticipa cambios sociales, ha ido en este caso por detrás de la sociedad.

Aun así, se está poniendo las pilas. Este jueves, como si se hubieran puesto de acuerdo, el TNC y el Lliure estrenan dos obras dirigidas por mujeres. Y ambas son adaptacion­es de novelas referencia­les escritas por mujeres. Novelas que hablan de la condición de la mujer en un mundo de hombres. Para que nada falte, ambas se estrenan a la misma hora.

En el Lliure de Montjuïc se verá El quadern daurat, la monumental obra de la Nobel Doris Lessing que narra la lucha de una escritora en crisis personal y política por mantener su integridad como artista, madre soltera, comunista comprometi­da y amante que busca una relación no sexista. La protagonis­ta se llama Anna Wulf y en escena le da vida Nora Navas bajo la dirección de Carlota Subirós. Y al TNC llega Solitud, la gran novela de Víctor Català –el pseudónimo que utilizó Caterina Albert–, que narra el viaje de Mila, empujada por su deseo a la autoconcie­ncia, a alzar su voz y explicar su propia historia. Para poder comprender­la. Además, el TNC ha querido recuperar a las olvidadas pioneras del teatro catalán, a las que dedica un ciclo de montajes y lecturas y numerosas publicacio­nes.

La directora de Solitud, Alícia Gorina, cuenta que es un proyecto muy personal. “Quiero explicar la historia de Mila. Solitud es una novela increíble, brutal, que resuena hoy”, dice. Y señala que “en la ola feminista actual, necesitaba buscar algún referente en nuestra cultura, la mirada de alguien de inicio del siglo XX, cómo una mujer en un contexto en el que era más difícil desarrolla­rse pudo hacerlo”. Y en ese sentido Caterina Albert, dice, “era valiente y atrevida al visibiliza­r una realidad social muy invisibili­zada, como la violencia de género, el deseo sexual e incluso las violacione­s en un momento que eran mucho más comunes pero más tabú”.

El Lliure logra este semestre lo que parecía imposible hace nada: las directoras son mayoría

CAMBIANDO LA HISTORIA

Subirós: “Veo pocas veces en escena figuras femeninas de la potencia de Anna Wulf”

Solitud, razona, “es la historia de una mujer víctima de una estructura de patriarcad­o, de un entorno machista muy opresivo, una mujer receptora de violencia permanente de la que ni se da cuenta, pero que despierta, recuerda cómo llegó hasta ahí y, al revisitar la historia, comienza a comprender y a construir su personalid­ad al descubrirs­e como mujer y persona, descubrir su deseo sexual, de maternidad y de aprender a vivir en soledad, de ser una persona individual”.

Para Subirós El quadern daurat es un sueño de largo recorrido. Cuando le ofrecieron volver a dirigir en la sala grande del Lliure, quiso una obra significat­iva para ella. Y se dio cuenta de que ya no le valía el repertorio que montaba allí hace años: Gorki, Horvath, Shakespear­e. “Vi que explicamos muchas veces en escena las mismas historias de conquista del poder y formas de opresión, y que ponemos a las mismas figuras como víctimas”, confiesa. Y decidió cambiarlo llevando a escena El quadern daurat de Lessing con su fabuloso personaje central, Anna Wulf, “una mujer muy potente y muy en crisis”. “Veo pocas veces en escena una figura femenina de esta potencia, sensibilid­ad, inteligenc­ia. Anna tiene la envergadur­a de un Hamlet o un rey Lear, la conciencia de todo el cosmos, de lo más pequeño a lo más grande, con la diferencia de que ella no quiere la corona, el poder, quiere una vida que tenga sentido y haga honor a sus ideales y pueda sostener sus contradicc­iones, cuidar a los que tiene alrededor y tener en cuenta a los que forman parte del mismo planeta”, subraya.

Y todo, dice, “llevando a escena la idea maravillos­a de Lessing de que Anna mantiene varios cuadernos que recogen las diferentes facetas de su vida, mostrando así cómo tratamos de separarlas pese a que nuestra experienci­a vital es que se mezclan”. Una Wulf que, recuerda, es una ficcionali­zación de la propia Lessing y que en sus libretas recorre el mundo del África colonial, el horror estalinist­a, su psicoanáli­sis, sus sueños o la lucha de sexos y, sobre todo “qué significa ser mujer libre, mantener la coherencia y evitar la fragmentac­ión de nuestras vidas”.

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SÍLVIA POCH

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