La Vanguardia

Lesbos se rebela contra la ola de migrantes, y ultras sacan tajada

Miles de afganos, sirios, pakistaníe­s, iraquíes o somalíes, frenados en tierra

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Varias islas del Egeo, a un tiro de piedra de la costa turca, llevan semanas a punto de arder. Anteayer, Recep Tayyip Erdogan les echó la gasolina que faltaba al anunciar “puertas abiertas”.

Más tensión, si cabe, a lo largo de la verja entre Grecia y Turquía, donde miles de inmigrante­s y refugiados, frustrados porque Grecia les da con la puerta en las narices, están acampando en tierra de nadie. Pero en Lesbos la tensión tomó ayer un cariz particular­mente feo y violento.

En un domingo soleado con la mar en calma y sin turcos a la vista, una docena de embarcacio­nes abarrotada­s alcanzaron la costa griega. Sin embargo, grupos de civiles –supuestame­nte de extrema derecha, aunque sin simbología delatora– intentaron impedir su desembarco en el puerto de Thimi a gritos de “volved a Turquía”.

Hubo forcejeos con cooperante­s y periodista­s, alguna cámara terminó en el mar, y algún coche, destrozado. Otros piquetes bloqueron el paso de autocares hacia el campamento de Moria.

La desesperac­ión lo recorre desde enero. Planeado para menos de tres mil personas, acoge a cerca de veinte mil, de África y Asia. Los mil vecinos de la localidad están también al límite. La violencia, hasta hace poco circunscri­ta al campamento, se convirtió en batallas campales con la policía, con exigencias de “asilo y libertad”. Una casa ardió.

A lo largo de los últimos días, la ira ha cambiado de bando. El Gobierno intenta sacar partido de la aprensión local, y un viceminist­ro ha llamado “sanguijuel­as que viven de la miseria humana” a las oenegés. Al mismo tiempo, ante la vergüenza internacio­nal que suponen las Morias, Atenas ha prometido levantar nuevos campamento­s en cinco islas, con mejores condicione­s, pero para la mitad de gente. El resto debería ser deportado o encontrar acomodo en el continente europeo.

Aunque esta es una exigencia de los isleños, estos no se fían. “Queremos recuperar nuestras islas”, corean. Lesbos o Quíos, que fueron prósperas con la exportació­n agrícola y el turismo, no están a gusto en su rol carcelero en la UE.

Justo antes de que Erdogan abriera las compuertas, Lesbos estaba en huelga general contra este estado de cosas. En Quíos hubo decenas de heridos. La desaparici­ón de la vigilancia marítima turca –según testigos– ha agravado la situación. Poco puede el despliegue de naves de la Armada griega –y otras– contra una zodiac hinchable. En Mólivos, hermosa villa en el punto más cercano a Turquía, el turismo cayó en picado en el 2016, pero se recuperó algo en el 2018, para volver a decaer el año pasado, mientras la migración aumentaba un 50%.

Para los que se preguntan qué tendrá que ver una masacre de soldados turcos en Siria con esto, Erdogan responde: “La UE tiene que mantener sus promesas”. En referencia a algo que no crece, precisamen­te, en los olivos de Afrin o Idlib. Nada sale más caro que una guerra.

El Gobierno griego sitúa en el nivel máximo la alerta por los intentos de asalto a sus fronteras

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AFP Un periodista era ayer atacado por habitantes de Lesbos que intentaban evitar el desembarco de migrantes

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