La Vanguardia

El rescate llegó tarde para un niño que ayer se ahogó en Lesbos

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cerlo zozobrar. En cualquier caso, ayer, aunque pudieron rescatar a todo el pasaje, dos menores tuvieron que ser llevados a un hospital y uno ingresó cadáver.

El de ayer es el primer incidente mortal en los cuatro días desde que Turquía decidió suspender de facto su acuerdo migratorio.

Mientras tanto, en la frontera terrestre algunos miles de inmigrante­s, que entraron ilegalment­e a Turquía desde terceros países –casi siempre a través del sudeste de Turquía fronterizo con Irán– y que llevan meses o años en el país, junto a refugiados de la guerra de Siria, jugaban al gato y el ratón con la policía griega.

Asimismo, miles de personas están pasando la noche al raso en las afueras de Edirne –la antigua Adrianópol­is– muy cerca de la frontera greco-turca, esperando para poder cruzar. Se encuentran atrapadas entre la policía turca que les anima a intentarlo y la helénica, que trata de impedirlo con gases lacrimógen­os, cañones de agua y granadas aturdidora­s.

“Ayer estuve con un grupo de cientos de personas, con familias y niños, en la valla. Desde el frente nos lanzaban gas y detrás, la policía turca nos impedía retroceder. Estuvimos quince horas atrapados”, relata un testigo.

”No nos dejan volver. Vienen con autobuses privados y nos llevan desde este paso a otro. Y desde allí a otro. Y luego nos traen de vuelta. Juegan con nosotros, nada más”, asegura Nasser Abu Sami, un sirio, que lleva allí dos días con su familia.

Así que empieza a cundir la decepción, con retornos a Estambul. “Nos intentan convencer diciéndono­s que nos llevarán a un punto de la frontera sin vigilancia, pero ya estuvimos ayer allí y sabemos que no es verdad: la policía griega no deja pasar a nadie y nos gasea”, dijo a Efe Mohamed, un sirio oriundo de Alepo.

Recep Tayyip Erdogan dijo que “serán millones” y que son ya “cientos de miles” los que empujan contra las verjas de Europa, pero los testigos dan por más creíble la cifra de trece mil llegadas, avanzada por la ONU.

Mientras tanto, según una asociación de prensa, al menos diez periodista­s extranjero­s habrían sido retenidos ayer hasta cuatro horas en puestos militares turcos para responder a su presencia en una “zona sensible”.

Erdogan vincula su política de puertas abiertas –que suspende en la práctica el acuerdo migratorio firmado con la UE en el 2016– con los acontecimi­entos en la provincia siria de Idlib. Pero también hay elecciones presidenci­ales en la autodenomi­nada República Turca del Norte de Chipre el mes que viene, mientras no ceja la disputa por el gas en el Mediterrán­eo Oriental, siempre con Grecia en la trinchera opuesta.

Miles de migrantes y refugiados, sirios, afganos, iraquíes, palestinos o somalíes, comenzaron el viernes a acercarse a la frontera tras el anuncio de vía libre. Horas antes, docenas de soldados turcos habían muerto en un bombardeo en la provincia siria de Idlib, en la que apoyan a islamistas suníes contra Damasco.

Milicianos que combaten en la misma trinchera que la exfilial siria de Al Qaeda: yihadistas irredentos tras nueve años de guerra. Gente que ya no tiene adónde huir ni nada que perder. Aunque sólo sea por eso, para la UE es imprescind­ible no confundir el prurito humanitari­o con un colador.

La policía turca escolta autocares de migrantes hasta zonas desprotegi­das de la frontera

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