Warren tira la toalla y se debate entre apoyar a Sanders o a Biden
Los dos candidatos a la nominación presidencial demócrata afinan sus campañas
“Tengo un plan para eso”, respondía invariablemente Elizabeth Warren cuando alguien le preguntaba por un tema (la sanidad, la corrupción, los préstamos universitarios, la falta de guarderías, la gentrificación de las ciudades...) en sus encuentros con votantes o debates pero tras un supermartes catastrófico la senadora se encontró con que no tenía nada que hacer para mantener viva su candidatura. Ayer, Warren, la última mujer en la carrera por la nominación presidencial demócrata con alguna posibilidad de ganar, tiró la toalla.
“Desde el principio se me dijo que sólo había dos carriles, el progresista que ocupa Bernie Sanders y otro moderado, en el que está Joe Biden, y que no hay espacio para nadie más. Pensaba que no tenían razón pero es evidente que me equivoqué”, declaró la senadora a la prensa desde su casa en Cambridge. Los decepcionantes resultados cosechados en el supermartes han sido el remate de una carrera presidencial que suscitó un enorme interés durante el periodo de las primarias invisibles, la fase previa a los votos, pero que nunca llegó a despegar.
Warren, senadora por Massachusetts, tuvo en efecto problemas para encontrar su espacio, ese que ahora concluye que realmente no existía. Su campaña aspiraba a atraer el voto del ala progresista del partido con sus propuestas detalladas y pragmáticas sobre cómo llevar “un gran cambio estructural a Estados Unidos”, pero este se alineó masivamente con el senador Bernie Sanders. A la vez, la senadora buscaba a los votantes de centro cansados de la forma de hacer política de siempre, la propuesta nostálgica que encarna Joe Biden. No había muchos.
Tuvo su público, muy parecido a ella, como se apreciaba claramente en sus mítines: blancos residentes en zonas urbanas o metropolitanas, con un elevado nivel educativo que le hacían preguntas propias de las aulas de Harvard en las que impartió derecho mercantil. No fue suficiente. Warren nunca pasó de la tercera posición, ni siquiera en Massachusetts, su estado de adopción, ni en Oklahoma, donde nació y vivió parte de su vida adulta. A pesar de sus malos resultados en Iowa, Nuevo Hampshire, Nevada y Carolina del Sur, seguía confiando en que cuando votara todo el país, el pasado martes, remontaría pero no fue así. Su campaña no sedujo a negros, latinos ni otras minorías, pilares clave de la base electoral demócrata.
Tras conocerse los resultados, se tomó 24 horas para reflexionar. Ayer tomó su primera y dolorosa decisión: abandonar la carrera. Y ahora va a “respirar hondo” y darse un tiempo más para decidir a quién respaldar, si a Sanders o a Biden. Con las primarias convertidas en un duelo a dos, ambos candidatos están afinando sus campañas y viendo cómo corregir sus puntos débiles. En las próximas dos semanas diez estados repartirán unos 900 delegados, un botín que puede dejar sentenciada la carrera. Tanto a Sanders como a Biden les vendría bien quedarse con el porcentaje de voto cosechado por Warren (un 10% de media), en especial al primero, ya que le ayudaría a ampliar su base electoral. Los sondeos indican sin embargo que esos apoyos podrían distribuirse de forma muy igualada entre ambos.
Warren y Sanders se conocen desde hace 20 años y han trabajado juntos en diferentes iniciativas de corte progresista. Pero en el 2016, cuando ya muchos la animaban a presentarse a las primarias, el apoyo de la senadora fue finalmente para Hillary Clinton después de negociar con ella la incorporación de propuestas progresistas a su programa electoral. Aunque menos visible que en el caso de Sanders, Warren ha tenido un papel fundamental en la introducción de ideas más izquierdistas en el Partido Demócrata estadounidense durante la última década. Fue ella quien empezó a hablar de crear un impuesto sobre la riqueza, por ejemplo.
Con su salida de la carrera presidencial, desaparece la última esperanza que tenían muchos estadounidenses de que una mujer sacara a Donald Trump de la Casa Blanca (Tulsi Gabbard sigue en la carrera, con cero posibilidades). Sin embargo, muchos votantes, obsesionados por la elegibilidad de los candidatos, veían su sexo como un obstáculo. La elección de quién será el próximo candidato demócrata a la Casa Blanca queda reducida a dos hombres de casi 80 años.
“Una de las partes más duras de esto son todas esas promesas, esos dedos cruzados, esas pequeñas chicas que van a tener que esperar cuatro años más”. En sus mítines, en los que se repartían folios para colorear en los que podía leerse “Me presento a presidenta porque es lo que las chicas hacen”, más de un niña tomó la palabra para desearle suerte. Ayer Warren sólo quiso dar las gracias a su fiel red de voluntarios y a sus votantes y hablar de lo que su campaña ha aportado, pero avisó de que más adelante tendría mucho que decir sobre el sexismo. ¿Importa el sexo en la carrera presidencial?, planteó. “Es una pregunta trampa para todo el mundo. Si dices que sí, que hubo sexismo en esta carrera, todo el mundo te responde que eres una quejica. Si dices que no importa, millones de mujeres te preguntan que en qué planeta vives”.
“ME EQUIVOQUÉ”
La senadora admite que no había espacio entre las alas progresista y moderada del partido
LA ÚLTIMA ESPERANZA
La dirigente avisa que tendrá mucho que decir sobre el sexismo en la carrera presidencial