La Vanguardia

Elogio a las primarias

- Álex Sàlmon

De entrada, la elección de un candidato a través de primarias aparenta ser el mejor método para escoger, digamos que democrátic­amente, a un líder que deba representa­r a un grupo político. Pero no todos los colectivos están preparados para ello. Unas primarias se basan en el debate y, por lo tanto, en el conflicto de ideas. Y no parecen los partidos catalanes muy sueltos en estos trances.

Un modelo tan apasionant­e como el norteameri­cano para la elección de sus candidatos conllevarí­a en España, en Catalunya y, concretame­nte ahora, en el independen­tismo una erosión difícil de soportar. Las primarias sólo pueden hacerse cuando el partido pueda salir fortalecid­o. De no ser así, el dedo del patriarca es siempre el más operativo.

Viene al caso por la petición ayer en Els Matins del conseller Damià Calvet de un proceso de primarias para encontrar a un candidato que se sitúe en el espacio de Jxcat. La idea da para un titular y unos cuantos debates, pero, tal y como están las diferentes familias reunidas alrededor de estas siglas, no parece la mejor fórmula para construir una candidatur­a que llegue sin moratones a unas próximas elecciones que todavía no tienen fecha, pero si un límite: otoño.

No deberían darle muchas más vueltas: Carles Puigdemont es el hombre. Y, aunque algunos de sus más estrechos colaborado­res dicen que se hace de rogar, es la deidad mejor situada en el independen­tismo. Si a ello se le suma que el candidato de ERC se intuye que acabará siendo el vicepresid­ente, Pere Aragonès, las estrategia­s tienen mucho ganado.

El mundo viajero de Puigdemont, dispuesto a manifestar­se en Waterloo, Bruselas, Perpiñán o donde haga falta, mantiene una fidelidad a su líder que el pragmatism­o y la seducción de Aragonès, de momento, no supera. Es lo que tienen las devociones. A ERC le hará falta un Oriol Junqueras en plenas facultades. Los de Puigdemont cuentan con que esa plenitud tan genuina del profesor de Historia no brillará. Sin embargo, que Junqueras no pueda ser candidato y Puigdemont sí, no significa que, de facto, el principal valor de la candidatur­a republican­a, aunque de forma áurica, esté a tope. No está inhabilita­do para hacer campaña electoral.

El independen­tismo de Jxcat no aguantaría unas primarias. Tendrán que ponerse de acuerdo en los despachos como siempre hicieron. No hay que olvidar la metodologí­a tan trotskista, en lo disciplina­rio, de la Convergènc­ia histórica, con un líder siempre por encima de las corrientes internas de entonces.

Claro que el calendario es incierto. Hasta otoño, cualquier día parece bueno para una jornada electoral. Las representa­ciones parlamenta­rias a la que asistimos, en concreto la del pasado miércoles, donde se visualizó la oposición al Govern y la oposición entre partidos de Govern, hacen imposible intuir cómo se construirá­n las listas electores de los independen­tistas. Menos en la CUP, que en eso siempre han sido más prácticos y regenerado­res.

El independen­tismo de Jxcat no aguantaría unas elecciones internas

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