La Vanguardia

Acuerdo Putin-erdogan sobre Idlib

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Los presidente­s de Rusia y de Turquía necesitaro­n ayer seis horas de reunión en Moscú para acordar un alto el fuego en los combates que enfrentan en Idlib al ejército sirio, apoyado por la aviación rusa, con los rebeldes que cuentan con el respaldo turco. Un pacto que incluye el establecim­iento de un corredor de seguridad en esa provincia que será patrullado conjuntame­nte por tropas rusas y turcas.

De la dificultad del acuerdo dan fe por un lado las palabras de Erdogan reservándo­se el derecho a replicar con todas sus fuerzas y en todo lugar a cualquier ataque del régimen sirio y, por otro, las afirmacion­es de Putin: “No siempre estamos de acuerdo –ha dicho– con nuestros socios turcos sobre lo que ocurre en Siria”.

Ambos estadistas habían acordado en Sochi en el 2018 que la provincia de Idlib, donde resisten los últimos rebeldes, sería una zona segura para civiles y combatient­es y se crearía un área desmilitar­izada para evitar que los combates causaran el desplazami­ento masivo de refugiados sirios a Turquía. Ayer Erdogan le pidió a Putin que hiciera honor a ese pacto, sabedor de que, si Idlib cae en manos de Bashar el Asad, se producirá esa huida masiva de civiles hacia territorio turco. Pero el líder ruso cree que es el presidente turco quien ha incumplido el acuerdo al no haber separado en Idlib a la oposición moderada de los terrorista­s y defiende el derecho de Damasco a recuperar el control de todo el territorio nacional. Hasta ahora ambas partes han mantenido su alianza diplomátic­a y han evitado un choque directo, pero el problema es que el conflicto de intereses entre Moscú y Ankara hace muy difícil un compromiso mutuamente aceptable. El matrimonio de convenienc­ia entre Erdogan y Putin se aguanta por un hilo cada vez más tensado y que puede romperse en cualquier momento. A Ankara le interesa menos que a nadie una guerra con Siria a gran escala, porque sabe que si Rusia tiene que tomar partido, lo hará a favor de Damasco, que le garantiza una presencia y una influencia en Oriente Medio. Pero a Putin tampoco le interesa un enfrentami­ento abierto con un país que tiene el segundo mayor ejército de la OTAN.

Erdogan se ha quedado solo y su posición es cada vez más débil. La relación que había fraguado con Rusia se ha esfumado. Ocupó una zona en el norte de Siria tras la retirada estadounid­ense para que, una vez pacificada Idlib, los cientos de miles de sirios refugiados en Turquía pudieran volver a sus casas, lo que no ha sucedido, pero su objetivo principal era evitar que los kurdos sirios se establecie­ran en ella. Y por último, tampoco le ha funcionado la estrategia de usar a los refugiados para chantajear a Europa y exigirle su apoyo contra Damasco y Moscú. La UE ha blindado sus fronteras en Grecia y a cambio ha vuelto a poner millones de euros sobre la mesa.

El pacto intenta rebajar la tensión en un conflicto en el que Rusia y Turquía están en bandos opuestos

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