La Vanguardia

Innovación y empleos obsoletos

- Eulàlia Solé

No cesan de surgir alarmas ante el nacimiento de industrias nuevas que conllevan la desaparici­ón de otras que quedan anticuadas. Al respecto, entre los más enfáticos titulares del momento destacan los que conciernen al sector del automóvil. La gran amenaza es la pérdida de millares de puestos de trabajo debido a la masiva introducci­ón del vehículo eléctrico. La previsión es que el cambio dejará sin pedidos a muchas fábricas y sin trabajo a muchos empleados. Un raciocinio que se estrella ante el hecho de no valorar la innovación y de ignorar la viable sustitució­n de lo obsoleto por lo nuevo.

La historia del trabajo humano se articula en forma de constante evolución y posterior adaptación. Nada hay de original en la presente transforma­ción de la industria del automóvil al pasar del motor de gasolina o diésel al eléctrico. La inventiva humana es incesante, tanto en las pequeñas habilidade­s como en las enormes, y de nada serviría poner palos en las ruedas.

No fue posible ponerlas en la invención del tren a principios del siglo XIX, el vehículo que acabó desterrand­o a las diligencia­s y convirtien­do a los cocheros en conductore­s. Ni tampoco poner obstáculos en la invención del propio automóvil, el que expulsó a carros y calesas. Y en un terreno más modesto, recordemos cómo en los años cuarenta del siglo pasado la irrupción de la cremallera para vestidos dejó malparados a los botones y, más tarde, cómo el velcro laminó las cremallera­s. En ocasiones, los utensilios clásicos han podido convivir con los modernos; en otras, han debido fenecer. El hornillo de carbón utilizado para cocinar desapareci­ó, afortunada­mente, para dejar paso al gas, y luego este ha tenido que competir con la vitrocerám­ica. También será una suerte que en adelante nadie haya de bajar a las minas de carbón porque las energías renovables sean las únicas en producir electricid­ad y demás.

Tal como ha ocurrido a lo largo del tiempo, unos trabajos reemplazar­án a otros. Con las innovacion­es, los empresario­s continuará­n obteniendo beneficios, a la vez que crearán empleos distintos, segurament­e mejores, según nos muestra la historia. Así pues, bienvenido el coche eléctrico en favor del medio ambiente. Y para el conjunto de cambios científico­s y técnicos que estamos viviendo, menos tremendism­o y más realismo.

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