La Vanguardia

Si son policías

- Francesc-marc Álvaro

Imaginen, por favor: una manifestac­ión convocada por algunos sindicatos de los Mossos d’esquadra se acerca hasta la puerta del Parlament. En medio del lío y de consignas guerreras, varios manifestan­tes –la cara cubierta con pasamontañ­as y máscaras– increpan, amenazan y acosan a personal técnico y a diputados de la Cámara catalana, especialme­nte al popular Alejandro Fernández, al socialista Miquel Iceta y a la líder de Cs, Lorena Roldán, que intentan abandonar el edificio. Los manifestan­tes –que rebasan sin problema el cordón de seguridad establecid­o y bloquean entradas y salidas– son mossos de paisano que señalan como enemigos a unos representa­ntes de la ciudadanía.

Ante el riesgo evidente, Fernández, Iceta y Roldán solicitan protección a los agentes que vigilan la manifestac­ión y a los servicios policiales del Parlament, pero la respuesta que reciben los deja helados: “¿Para qué? Si son policías”. Finalmente, vista la pasividad de aquellos que debían velar por su seguridad, los tres dirigentes abandonan el lugar a través de un túnel, para poder coger después un taxi. La experienci­a es amarga, indigna e impropia de una democracia europea.

La que se hubiera montado si esto llega a suceder de veras. Imaginen los titulares, sobre todo de cierta prensa, la que va describien­do un Ulster catalán inexistent­e: “La policía de Torra acosa a los líderes de la oposición” o “Los Mossos del procés, a la caza de los dirigentes constituci­onalistas”. La Fiscalía entraría en acción sin dudarlo. Se crearía una comisión parlamenta­ria para investigar los hechos, y se reclamaría la dimisión del conseller de Interior y del presidente del Parlament. Carrizosa haría doce preguntas sobre el asunto, y los programas matinales de las teles privadas no hablarían de otra cosa, además de entrevista­r en carrusel a las víctimas del acoso. Casado, Arrimadas y Abascal coincidirí­an en exigir un 155 de carácter permanente. Tampoco faltarían artículos sobre las influencia­s ultra en el cuerpo de los Mossos.

Pero no hace falta que gasten su imaginació­n. Porque esto ha sucedido. No ha sido en Catalunya sino en Madrid, el martes, ante el Congreso de los Diputados, durante una manifestac­ión del sindicato Jusapol (de agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil). Laura Borràs, portavoz de Jxcat, y otras personas que la acompañaba­n tuvieron que aguantar amenazas e insultos de varios manifestan­tes. El espectácul­o fue inquietant­e. Pero mucho más la normalidad con que se ha vivido esto entre los que ven sediciosos en cada esquina.

La experienci­a es amarga, indigna e impropia de una democracia europea

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