Los equipos ciclistas se niegan a competir
Un deporte con afectaciones de especial contundencia es el ciclismo, donde la estrategia de la puerta cerrada no sirve. Ayer se anunció la suspensión de la Strade Bianche (7 de marzo), la clásica con zonas de tierra que parte de Siena y cuenta con competición masculina y femenina. La entidad organizadora, RCS, ya tenía a su cargo el reciente Tour de los Emiratos, que se suspendió abruptamente el 27 de febrero a falta de dos etapas al aparecer dos positivos por coronavirus (luego surgieron seis más) y que provocó que cuatro equipos se mantengan aún confinados en un hotel de Abu Dabi del que no podrán salir hasta el 14 de marzo. El miedo a hipotéticas situaciones similares (corredores retenidos que no pueden ni entrenarse y pierden toda la preparación) se ha extendido en el pelotón y buena parte de los equipos (Ineos, Astaná, Mitchelton, Jumbo, AG2R, Sunweb, Groupama...) han anunciado paulatinamente que paralizan todas las actividades como mínimo hasta el 23 de marzo. Esto supone dejar sin participación de élite a carreras como la París-niza, la Tirreno-adriático y la Milánsanremo, entre otras muchas. En el caso de las dos pruebas italianas, además, subsiste la amenaza de la norma italiana, que no se sabe cómo aplicar a una carrera ciclista. La Unión Ciclista Internacional no ha querido suspender ninguna competición y deja libertad de decisión a los equipos y a los organizadores, a los que ha aconsejado medidas un tanto desesperadas para evitar el colapso total. La UCI aconseja que los ciclistas no firmen la hoja de salida con un solo bolígrafo, que en las zonas de salida y de meta se aleje al público, limitar el número de equipos alojados en un mismo hotel...