La Vanguardia

Con ojos de Astérix

El Granollers sueña con la gesta del 2018 ante el imperio blaugrana

- T. LÓPEZ JORDÀ

Fue un momento increíble que recordarem­os toda la vida, yo lo tengo grabado en la memoria”. Ian Tarrafeta (Sabadell, 21 años), tenía 19 aquel viernes 13 de abril del 2018 en el banquillo del Palau Blaugrana, el día que el BM Granollers vivió una de sus últimas alegrías: aquel día tumbó al Goliat del balonmano estatal, que llevaba 146 partidos, casi 5 años, sin perder. Y lo hizo en un Palau que la irreductib­le aldea vallesana hacía 25 años que no asaltaba. De aquel Granollers heroico quedan Ian, Marc Garcia, Adrià Figueras, Mamadou Gassama, Edgar Pérez y Marc Guàrdia, 6 de los 15 que profanaron el templo blaugrana, además del entrenador, Antonio Rama.

El dato, 6 de 15, no es baladí. Es la cruz habitual con la que carga el modesto e histórico Granollers cada curso: tener que reconstrui­rse cada mes de agosto porque los jugadores se le van. “Ya va con nosotros: los jóvenes que podemos aguantar con sus primeros contratos profesiona­les nos rinden por encima de lo que podemos pagar, y al final se acaban marchando a otros equipos porque no podemos competir en dinero”, explica resignado Antonio Rama (Louro, 37 años).

Este último verano se marcharon el portero Bombón Almeida, Víctor

Sáez, Vukasin Rakocija, Antonio García y se retiró el capitán, Álvaro Ferrer. Sólo llegaron Nicolás Bonanno (Huesca) y Drasko Nenadic (Celje), y regresó el portero Pol Sastre (de La Roca). El resto, cantera, la más prolífica del balonmano español y parte de Europa. ¿Cuántos equipos de primera línea pueden decir que están compuestos en casi un 70% por jugadores criados en su vivero (13 de los 19)?

Con 450 jugadores desde los 6 años y 32 equipos de base, la cantera es el orgullo de este club humilde de una capital de comarca, con 1.600 socios, un presupuest­o que ronda el millón de euros (9 veces inferior al de su rival de hoy), y que se alimenta emocionalm­ente de su identidad de pueblo irreductib­le, como los galos a los que se refería el excapitán y concejal de Deportes del Ayuntamien­to granollere­nse, Álvaro Ferrer. “Somos la Galia del balonmano, el Astérix y Obélix que resiste y vence a los romanos; somos un club con una filosofía de apuesta por la cantera, sin grandes estrellas”. Un equipo que apela al “Pit i collons” que ilustra una de las pancartas fijas del Palau d’esports.

Un equipo que pese a ser el último invitado a la Copa que se disputa desde hoy en la Caja Mágica, 6.º de la Liga, es “el rival que no quería” el técnico blaugrana Xavi Pascual “porque sabes que te exigirá mucho a nivel emocional; tienen un gen que conocemos de las categorías inferiores”, comenta Pasqui, que siente un gran respeto por el vecino.

Un gen de indomable que expresan Tarrafeta, el capitán Marc Garcia o su figura, Adrià Figueras, que se irá al Nantes. “Lo que me da más rabia de jugar contra el Barça es la impotencia que te entra cuando llevas una semana trabajando duro, viendo vídeos, y en 10 minutos ya te han cogido 5-6 goles de ventaja”, admite Ian. Y lo sintetiza Rama: “Es un rivalidad especial. En la base todo es más cercano; luego en la profesiona­lización tienes un punto de motivación: no puedes competir económicam­ente contra ellos, pero todo lo que puedes hacer en la pista, lo intentas; eso nos da un plus”.

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