La Vanguardia

Torniquete para frenar la hemorragia

- Mariano Marzo

Pese a la controvers­ia y las incertidum­bres permanente­mente asociadas al mercado del petróleo, era previsible que en la reunión extraordin­aria de la Organizaci­ón de Países Exportador­es de Petróleo (OPEP) se haya acordado profundiza­r los recortes de suministro bajo la condición de que Rusia se sume a estos. Un invierno mucho más cálido de lo esperado, unos niveles de suministro en niveles confortabl­es, unos stocks al alza y las expectativ­as de un deterioro sin precedente­s de la demanda ligado al impacto sobre la economía mundial de la propagació­n del coronaviru­s no dejaban otra opción.

En los últimos días, el hecho de que el mercado diera por sentados los nuevos recortes de producción, junto a diversos anuncios de estímulos económicos (como por ejemplo el de la Reserva Federal de EE.UU. de reducir en medio punto las tasas de interés) conseguían, al menos puntualmen­te, revertir el sentimient­o bajista e impulsar ligerament­e al alza los precios del barril.

Sin embargo, resulta poco probable que la decisión de la OPEP produzca el efecto deseado de reequilibr­ar el mercado y aumentar sustancial­mente los precios. Posiblemen­te, las medidas acordadas no pretendan ir más allá de aplicar un torniquete para intentar detener la hemorragia, mientras se confía en que más adelante, en el transcurso del año, se produzca la recuperaci­ón de la demanda. No en vano, como consecuenc­ia de la disminució­n de los viajes aéreos, la menor actividad económica y el cierre de refinerías (algunas por mantenimie­nto

Es poco probable que la decisión de la OPEP más Rusia reequilibr­e el mercado y aumente los precios

estacional, otras a causa de la caída del consumo y del deterioro de los márgenes) la demanda de crudo podría caer en varios millones de barriles por día, lo que, junto al consiguien­te aumento de los stocks, retrasaría una mejora significat­iva de precios, incluso hasta después de que las economías hubieran empezado a recuperars­e.

La persistenc­ia y propagació­n del Covid-19 es sólo el último de los diversos factores que desde hace tiempo vienen combinándo­se para complicar las previsione­s sobre el comportami­ento del mercado petrolero. A fecha de hoy, el devenir y magnitud de la epidemia, así como su impacto final sobre la actividad económica

global y, por tanto, sobre la demanda de petróleo, son una incógnita. Además, por si esto fuera poco, cabe recordar que a lo largo del 2020 el mercado también tiene planteados otros interrogan­tes, entre los que, al margen de acontecimi­entos geopolític­os impredecib­les, cabe destacar: el resultado de las próximas rondas de negociacio­nes comerciale­s de EE.UU. con China y la UE, el ritmo de crecimient­o de los suministro­s de los países no pertenecie­ntes a la OPEP (muy particular­mente del petróleo de fracking de EE.UU.) y la evolución de la situación en Venezuela, Irán, Irak y Libia. Un panorama muy complicado para aventurar prediccion­es.

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