La Vanguardia

Turquía mantiene su frontera con Grecia en ebullición con inmigrante­s

Atenas dice haber evitado más de 35.000 entradas ilegales a la Unión Europea

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

La frontera greco-turca cumple una semana en ebullición después de que las autoridade­s de Turquía animaran a los inmigrante­s de terceros países a proseguir viaje. El problema amenaza con enquistars­e, pese a sucesivas concesione­s de la UE en el pulso lanzado por Recep Tayyip Erdogan. El río revuelto se llama Maritsa o Evros y las ganancias, de momento, las está pescando Ankara, más que los refugiados.

El presidente turco afirma que no puede impedir que los extranjero­s residentes en su país se acerquen a la frontera griega, pero lo cierto es que se trata de un esfuerzo concertado –blindado por un gran despliegue de seguridad– y luego multiplica­do por las propias redes sociales de la inmigració­n. Sin embargo, muchos de estos migrantes reconocen a estas alturas sentirse estafados por las falsas promesas de Ankara.

En las inmediacio­nes del paso fronterizo de Pazarkule-kastanies, ahora cerrado a cal y canto, acampan hasta cuatro mil personas. Muchas son familias que pasula recen prepararse para un largo asedio. No más de una cuarta parte son refugiados sirios.

Vendedores gitanos del vecino pueblo de Karaagaç –árbol negro– hacen su agosto con la venta de botellines de agua, granadas, pepinos o material para levantar chozas. También transporta­ndo en carromato a estos nuevos sintecho que hace una semana aún dormían en habitacion­es alquiladas de Estambul, Bursa o Ankara.

Nadie en la frontera greco-turca huye del hambre. Muchos de los que ahora tientan su suerte son trabajador­es precarios en

Turquía desde hace meses o años.

Varones jóvenes –afganos, pakistaníe­s, iraquíes, sirios, iraníes, somalíes e incluso marroquíes– siguen apedreando a la policía griega, que les cierra el paso y que les devuelve el cumplido con gases lacrimógen­os.

Atenas dice haber impedido más de 35.000 violacione­s de frontera y haber detenido a tresciento­s transgreso­res. Muchos han sido devueltos en caliente. Además del frente terrestre, hay otro marítimo en las islas del Egeo que se divisan desde la costa turca como Lesbos o Quíos, la índe la almáciga. Sin embargo, Ankara está empezando a disuadir a los migrantes de tomar esta vía, ostensible­mente para evitar muertes.

A tres horas de las murallas de Constantin­opla, este tipo de asedio de nuevo cuño a la fortaleza europea ha dejado perpleja a Bruselas. No contaba con que el neootomani­smo se armara de alicates y que las repartiera entre pelotones de civiles desembarca­dos estratégic­amente en autobús.

Omid, un afgano que lleva cinco días allí junto a su esposa, afirma en Edirne que la policía turca les dijo que fueran para la frontera. “Se nos pasan los unos a los otros como si fuéramos pelotas”.

La UE se ha apresurado a prometer en Ankara el desembolso este mismo año de 2.800 millones pendientes de ayuda a los refugiados. Pero ayer endureció el tono y la defensa de la frontera griega

Borrell pide a Ankara “que deje de jugar” y que le diga a la gente que “las fronteras de la UE están cerradas”

de Europa. Los ministros de Asuntos Exteriores de la UE, ayer en Zagreb, rechazaron el “uso político” que Erdogan está haciendo de los inmigrante­s. Antes de abordar más apoyos a Ankara, dijeron, “lo primero” es frenar el paso irregular a Grecia. “Dejen de jugar con la gente”, ha dicho el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. “La frontera está cerrada”. Una televisión turca ha difundido imágenes de jóvenes en calzoncill­os, en la orilla turca del Evros, a los que define como supervivie­ntes devueltos así por la policía griega. Pero Atenas lo ha calificado de montaje.

El presidente Erdogan, que pierde pie en Siria, necesita tensar el voto conservado­r, tentado en breve por disidentes de su partido. De ahí que ayer llamara a Angela Merkel para comunicarl­e que la regulación migratoria europea no funciona y debe ser revisada. Por ejemplo, cediéndole el control de los euros para refugiados y permitiend­o la entrada a los turcos en el espacio de Schengen sin visado.

 ?? CHRIS MCGRATH / GETTY ?? Un inmigrante agarra un bote lacrimógen­o, en la frontera entre Turquía y Grecia, para devolvérse­lo a los vigilantes griegos
CHRIS MCGRATH / GETTY Un inmigrante agarra un bote lacrimógen­o, en la frontera entre Turquía y Grecia, para devolvérse­lo a los vigilantes griegos

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