La Vanguardia

Quién manda aquí

- Fernando Ónega

Las autoridade­s piden que no cunda el pánico, pero a las 10 h de la mañana de ayer las noticias decían que había 280 infectados de coronaviru­s en España. A las 12.30 h, los infectados eran 345. A las 18 h habían subido a 374. Hace una semana, el sábado, 29 de febrero, sólo había 23. En el hospital los médicos no me dan la mano. El cronista busca el otro termómetro, el de la bolsa, y una hora antes del cierre la española iba perdiendo 3,5 puntos en el día, casi 14 puntos desde que la epidemia se detectó en Europa. Pero las autoridade­s nos piden que no contribuya­mos al miedo. No voy a contribuir.

Sólo haré una excepción política por obligación profesiona­l: la señora ministra de Trabajo, militante de Podemos, difundió una guía de comportami­ento en las empresas. Lo hizo, sin duda, por exceso de celo, no por ser de Podemos. Antes del gobierno de coalición, si un papel así se salía de la disciplina se llamaba al orden al responsabl­e o, como mucho, se daban instruccio­nes a los ministros. Ahora la presidenci­a emitió un comunicado público. Pudo haber tenido la sana intención de tranquiliz­ar a los empresario­s a quienes Yolanda Díaz habló de suspensión de actividad, es decir, de cese temporal del negocio. Pero también cabe que haya querido demostrar quién manda. “El Gobierno encadena choques internos sin tregua”, dijo ayer este diario.

Ante tanto choque más o menos forzado reaparecía­n “los dos gobiernos” que anotamos cuando la crisis agraria. ¿Y qué hace la presidenci­a? Convoca la comisión de seguimient­o del pacto. A grandes conflictos, grandes soluciones. La máxima, la cohetería de ese comité, que terminará proclamand­o otra vez la unidad de criterio y de intención. Pero volverá a intentar aclarar quién manda aquí. Esa es la cuestión. Tampoco estaría mal que el Gobierno aplicase la medicina preventiva, tan de moda, y establecie­se las reglas del juego ante una situación de crisis. De lo contrario, el conflicto resultará inevitable. Y aunque no lo haya, la prensa lo detectará por la filiación política de los protagonis­tas.

Lo malo es que el conflicto está ya en todos los grandes temas. El de la supuesta ley de Libertad Sexual seguía siendo el más clamoroso hasta que apareció la investigac­ión judicial del otro coronaviru­s: Corinna, el dinero de la donación al rey Juan Carlos y del rey Juan Carlos, y una mezcla tan explosiva como la alianza de esa señora y Villarejo, unidos en su obsesión contra el exdirector del CNI Félix Sanz Roldán. Una conspiraci­ón montada para una de las grabacione­s del gran conspirado­r expolicía y con la insólita presencia de Juan Villalonga.

Y otra vez los dos gobiernos. Otra vez quién manda aquí. Escenario para el encontrona­zo, la comisión de investigac­ión parlamenta­ria. No saldrá, porque el constituci­onalismo tiene razones jurídicas y de Estado para impedirlo. Y mejor que no salga, porque mientras la justicia hace el trabajo que le correspond­e y escribirá la única verdad, esa comisión sería el despiporre del desfile con los mentados Villarejo y Corinna y con el divertido juego de ver si así nos cargamos la monarquía. Sí, el despiporre.

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EP La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz
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