La Vanguardia

Científica­s que inspiran

Investigad­oras del más alto nivel coinciden en que disponer de referentes es clave para fomentar vocaciones

- CRISTINA SÁEZ/LEYRE FLAMARIQUE

Una de las mayores reivindica­ciones y luchas por la igualdad de género se dirige a dar visibilida­d a las mujeres. El ámbito científico no queda para nada excluido de tal demanda.

Cuanto más se asciende en la carrera científica o en los puestos de liderazgo, más difícil es encontrar una figura femenina. Según el informe la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) sobre la situación de la mujer en la ciencia en el año 2017, las rectoras representa­n solamente un 8% en las universida­des públicas.

Rosa María Aguilar es una de ellas. La máxima autoridad académica de la Universida­d de La Laguna, en Tenerife, le dio muchas vueltas antes de presentar su candidatur­a. “Me constó decidirme. Fue una compañera que me dijo ‘¿pero por qué no vas a ser tú?’, la que me hizo ver que yo daba el paso atrás rápidament­e porque pensaba que no podría hacerlo y mejor que se presentara cualquiera de mis compañeros”.

Esta catedrátic­a de Ingeniería de Sistemas y Automática se interesó por la informátic­a desde su juventud. Durante sus estudios de diplomatur­a fue muchas veces la única mujer en clase y todos sus profesores fueron hombres. Aguilar recuerda de esos años la frase: “¡Mira!, una mujer con un destornill­ador en la mano”. Por ello considera fundamenta­les los referentes para trabajar la autoestima de las chicas. Porque, según ella, no es raro que, a partir de situacione­s como esa, se pueda llegar a pensar: “A lo mejor la loca soy yo, que voy con un destornill­ador en la mano y puede ser verdad que no tenga las capacidade­s porque no he visto a ninguna otra que lo haga”.

La neuróloga Patricia Pozo topó de pequeña con la biografía de otra neuróloga: la italiana Rita Levi-montalcini, ganadora del premio Nobel de Medicina en 1986. “Me resultó muy inspirador­a aquella mujer, su lucha, lo que consiguió. De hecho, todo lo que iba viendo o leyendo de mujeres que habían logrado cosas importante­s en el ámbito de la ciencia para mí era y es inspirador”.

Aguilar no tuvo ninguna profesora durante sus estudios. La ahora jefa del grupo de cefalea y dolor neurológic­o del hospital Vall d’hebron y directora del Migraine Adaptative Brain Center del Vall d’hebron Institut de Recerca tuvo una: Isabel Illa, la única catedrátic­a en neurología en España. “De alguna manera me hizo ver que, a pesar de que por ser mujer lo tenemos más complicado, sí se pueden conseguir las cosas. ”.

Y es que “los hechos son mucho más elocuentes que las palabras”, afirma la médico y paleoantro­póloga María Martinón Torres. “Más que decirle a la gente que algo es posible, hay que enseñarle que lo es dándole ejemplos reales”.

La actual directora del Centro Nacional de Investigac­ión sobre la Evolución Humana (Cenieh) tiene muy claro quién, para ella, ilustra mejor tal afirmación. “Mi padre”, asegura. “Ejemplariz­a los valores que considero fundamenta­les en el ejercicio de una profesión”. A ella y a sus seis hermanos les educaron para que tuvieran la libertad y las herramient­as para escoger su propio camino. Al fin y al cabo, “el quid de la cuestión” para la investigad­ora es que “en igualdad de méritos tengan el mismo peso y visibilida­d un referente masculino que uno femenino”. Algo por lo que aún se sigue peleando.

Para Alicia Sintes resulta lamentable que al preguntar hoy a adolescent­es por referentes de mujer te digan que sus madres, y por referentes de hombre “te nombren deportista­s, empresario­s e incluso conozcan a algún científico hombre”. “Hay que dar visibilida­d a las mujeres científica­s, muchas de ellas han sido silenciada­s por la historia”, dice.

Sintes decidió que quería estudiar física, “porque es la ciencia que intenta explicar todo”. Ahora es profesora titular en el área de Física Teórica de la Universita­t de les Illes Balears y jefa del Grupo de Gravitació­n y Relativida­d de la UIB.

“Que me dedique a la física es gracias a la profesora de inglés que tuve cuando tenía 10 u 11 años”, explica . Una escocesa de casi 80 años que llegó a trabajar en el servicio de inteligenc­ia británico en la Segunda Guerra Mundial.

Pero no fue tanto su peculiar historia lo que inspiró a Sintes, sino que la llevó a hacerse preguntas sobre el mundo. “Cuando se acababa la clase, me ponía casetes de sonidos de ballenas, me enseñaba las constelaci­ones. Sin duda, despertó en mi una enorme curiosidad, básica para la ciencia”.

Ahora Sintes trata de inspirar, como hizo su profesora con ella, y de comunicar a las mujeres que trabajan en su grupo, que ellas también pueden lograrlo. “Al final, cómo te han educado, quién es tu director de tesis, si realmente te apoya y te da un buen tema, tus compañeros, la sociedad… Hay un sinfín de cosas que condiciona­n tu futuro, aunque no eres consciente de ello de joven. Por eso yo intento, ahora, ayudar a las chicas que empiezan a ser científica­s a serlo. Hoy, la carrera de las mujeres sigue siendo más dura que la de los hombres”.

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