La Vanguardia

Un siglo de diplomacia

JAVIER PÉREZ DE CUÉLLAR (1920-2020) Diplomátic­o

- ROBERT MUR

Un siglo. Javier Pérez de Cuéllar falleció la noche del miércoles en Lima tras cien años de vida en que transitó en primera persona desde la alta diplomacia buena parte de los conflictos mundiales del siglo XX. Único secretario general latinoamer­icano en la historia de la ONU, Pérez de Cuéllar fue inhumado en un cementerio de la capital peruana con honores de jefe de Estado.

Pérez de Cuéllar dirigió la ONU durante dos mandatos –fue el quinto secretario general– entre 1982 y 1991, durante los cuales actuó como mediador en la guerra de las Malvinas entre Argentina y el Reino Unido (1982); certificó el final del conflicto bélico entre Irán e Irak (1988); fue testigo de la caída del muro de Berlín (1989) y del fin de la Guerra Fría (1991); administró la independen­cia de Namibia de Sudáfrica coincidien­do con la liberación de Nelson Mandela (1990); asistió al final de las guerras civiles de Líbano (1990) y Camboya (1991), y de la primera guerra del Golfo (1991); o participó en negociacio­nes de conflictos aún latentes como Chipre o el Sáhara.

No obstante, antes de llegar a la ONU, Pérez de Cuéllar acumuló una extensa carrera diplomátic­a al servicio de Perú. Nacido en Lima en 1920 en una familia de la alta sociedad peruana, estudió Derecho y con sólo 20 años se incorporó al ministerio de Relaciones Exteriores, pasando por destinos como París, Londres, Río de Janeiro y La Paz, antes de ser embajador en Suiza, la Unión Soviética, Polonia,venezuela o ante Naciones Unidas.

Su relación con la ONU se inició desde los albores de la organizaci­ón multilater­al, cuando en 1946 asistió como miembro de la delegación peruana a las primera Asamblea General. Años más tarde, su predecesor en la secretaría general, el controvert­ido austríaco Kurt Waldheim, le nombraría como su representa­nte especial en Chipre (1975-77) y en 1979 asumió la secretaría general adjunta de Asuntos Políticos Especiales.

En 1981 regresó a Lima para reincorpor­arse a la carrera diplomátic­a y entonces una derrota política le abrió paradójica­mente las puertas del máximo cargo de la ONU. Ese año el presidente Fernando Belaúnde Terry le designó embajador en Brasil pero el Parlamento rechazó el nombramien­to y como protesta abandonó el servicio diplomátic­o en octubre. Sólo dos meses más tarde, en diciembre de 1981 sería elegido al mando de Naciones Unidas, revalidand­o el mandato en 1986. Hace unos años, Pérez de Cuéllar rememoró en una entrevista al periódico peruano La República aquel rechazo a su figura. “En un almuerzo al que me invitó el ministro de Relaciones Exteriores, me encontré a la salida con uno de los senadores que había votado contra mí. Y sabe qué es lo que me dijo: “Agradézcam­e, que gracias a nuestro rechazo, usted es secretario general de la ONU”, recordó Pérez de Cuellar.

Tras ser sustituido por el egipcio Butros Ghali, en 1992 asumió como presidente de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la Unesco hasta que en 1995 decidió postularse a la presidenci­a de Perú para disputar la reelección al autócrata Alberto Fujimori, para lo cual el año anterior había fundado el partido Unión por el Perú (UPP). Sin embargo, Pérez de Cuéllar, que nunca congregó excesiva popularida­d en su país, fue aplastado por Fujimori, con el 64% de los votos, quedando segundo con apenas el 22% de los sufragios.

Pérez de Cuéllar fue galardonad­o, entre otros, con los premios Príncipe de Asturias a la Cooperació­n Iberoameri­cana (1987) y Olof Palme (1988), además de recoger en 1988, como secretario general de la ONU, el premio Nobel de la Paz a los Cascos Azules.

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MARIANA BAZO / REUTERS

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