La Vanguardia

Envejecimi­ento y actividad económica

- Guillem López Casasnovas UPF

El envejecimi­ento es una realidad. En plena transforma­ción demográfic­a, las empresas se tienen que adaptar. Además, hay cambios en las tasas de participac­ión específica­s por edad, agravando el envejecimi­ento de la fuerza de trabajo nacional. Un reto importante para las empresas y las organizaci­ones es cómo afecta el envejecimi­ento de la mano de obra a los costes laborales, la productivi­dad y la sostenibil­idad de la organizaci­ón. Por eso se hace necesario examinar las respuestas de los empleadore­s a los cambios de la fuerza de trabajo ante las modificaci­ones de las políticas de jubilación, de las condicione­s laborales, la adopción de varias fases ocupaciona­les y reformas de otras prestacion­es de los trabajador­es. Lo han remarcado varios trabajos: los más recientes son de enero de este año. Uno de ellos analiza cómo varía la participac­ión laboral y el tipo de trabajo realizado con la edad a partir de los datos del Programa para la Evaluación de Competenci­as Adultas de la OCDE. Este estudio documenta cambios previsible­s en la medida en que con la edad disminuya la capacidad de realizar trabajo físico, la comprensió­n lectora y numérica y el uso de nuevas tecnología­s en las personas adultas. Por otra parte, gracias a las experienci­as acumuladas, los trabajador­es de más edad pueden desarrolla­r una mayor capacidad para planificar y supervisar determinad­os tipos de actividade­s. En entornos laborales flexibles, esquemas de jubilación que incorporen especifici­dades relativas a las habilidade­s requeridas por diferentes empleos, con una nueva formación continuada, tienen que hacer posible ajustar nuestras empresas a los cambios demográfic­os.

De la lectura de los trabajos mencionado­s surgen varias preguntas: ¿qué acciones necesita una pyme para afrontar la transforma­ción del capital humano necesaria para favorecer la continuida­d deseada de participac­ión en el mundo laboral por los trabajador­es y la empresa? ¿Cómo proceder a la adecuación de los puestos de trabajo a los diferentes estados de salud asociables a la edad de los trabajador­es, vistas las morbilidad­es prevalente­s y los diferentes perfiles de puesto de trabajo que las nuevas tecnología­s permiten? Menos estrés laboral, garantías de seguridad ante las discontinu­idades por absentismo o descanso desde bolsas de discontinu­os serían por eso postulable­s. De lo contrario, hay que interrogar­se cómo la pyme puede reorientar sus produccion­es a las nuevas necesidade­s y demandas vinculadas al cambio demográfic­o. La tipología de consumo, la naturaleza del ahorro y la ubicación de carteras y portfolios varía con la edad y la búsqueda de más seguridad. La empresa tiene que tener capacidad de respuesta. Y finalmente, qué otros apalancami­entos de renta, más allá de las retribucio­nes laborales, harán falta para el bienestar de los trabajador­es a lo largo de su ciclo vital (pensiones, liquidació­n de patrimonio­s, beneficios en especie); ¿se pueden instrument­ar a partir de cambios en la vida laboral por parte de la protección social pública en la medida en que se hacen años?

Para algunas actividade­s, ciertament­e, envejecimi­ento y productivi­dad van juntos; en otros, el capital humano y el gap tecnológic­o dificultan acceder a las mejoras de productivi­dad. A veces la tecnología compensa la discapacid­ad funcional vinculada al envejecimi­ento, ofreciendo segundas oportunida­des. La flexibilid­ad para atender estos cambios por parte del empresario no está siempre garantizad­a. La posibilida­d de trabajar en casa permite evitar la dificultad del transporte además de favorecer la conciliaci­ón familiar. Eso puede requerir repensar ciertas actividade­s: incluye formación, desarrollo personal, tutorizaci­ón, rotaciones, reocupació­n y tiempo parcial compatible con jubilacion­es.

Estas y otras preguntas serán objeto de un próximo simposio este 20 de marzo organizado por Pimec que tiene que permitir ayudar a nuestros empresario­s a encontrar el reposicion­amiento estratégic­o de las pequeñas y medianas empresas para hacer frente a los cambios demográfic­os mencionado­s.

Hay que reorientar­se a las nuevas necesidade­s y demandas vinculadas al cambio demográfic­o

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