La Vanguardia

Tres hombres con mono

- Quim Monzó

El domingo, provistos de dos escaleras, tres individuos con mono arrancaron lentamente las letras del rótulo de la granja Vendrell, de la calle Girona de Barcelona. Son de una tipografía preciosa, habitual en la primera mitad del siglo XX. Recuerdan vagamente las de la cabecera de El Be Negre. Los propietari­os de la granja dicen que son de 1920. Óscar Muñoz explicaba el miércoles en La Vanguardia que son de 1940, y que están protegidas por el catálogo municipal de establecim­ientos emblemátic­os.

El lunes, cuando Demetri Vendrell, el amo de la granja, se enteró de lo que había pasado, colgó un tuit: “Nos han robado las letras art déco de la Granja Vendrell aprovechan­do que se hacían obras y pasaban desapercib­idos... Si alguno o alguna las ve en los Encants o en cualquier otro lugar, nos hará un gran favor si nos avisa... ¡Gracias!”. Los tres hombres con mono que el domingo se habían llevado el letrero no despertaro­n sospechas porque el establecim­iento está en obras y los que los vieron pensaron que descolgarl­as era parte de su trabajo. Quizá las llevaban a limpiar.

El martes por la mañana, en El món a

RAC1 se hicieron eco de la noticia. Creo que fue entre las ocho y media y las nueve. Al cabo de pocos minutos recibieron un e-mail del autor de la sustracció­n. ¡El poder de la radio! El hombre explicaba que pensó que en el local pondrían un bazar y que lo primero que harían los nuevos amos sería tirar las letras a un contenedor. Dice el hombre: “No soy un coleccioni­sta ni un ladrón de hierro, simplement­e alguien a quien le gustan las tipografía­s”. Demetri Vendrell recibió la noticia sin manifestar mucha alegría. Supongo que había pasado demasiadas horas nervioso, sin sus queridas letras, como para asumir el motivo que había impulsado al ladrón, que en todo momento manifestó su voluntad de devolverla­s.

Viendo cómo espléndido­s letreros tradiciona­les de los establecim­ientos de Barcelona desaparecí­an en cada reforma, durante años America Sanchez se dedicó a fotografia­r los mejores. Luego los publicó en un libro: Barcelona gráfica (Gustavo Gili, 2001). Afortunada­mente, porque, tal como él preveía, muchos de esos letreros han desapareci­do y ahora, gracias a America Sanchez, como mínimo queda constancia gráfica de ellos. El menospreci­o por el diseño cotidiano es una constante entre los barcelones­es. Más que mantener en el anonimato al hombre que desenroscó las letras de la granja Vendrell, quizá deberíamos saber cómo se llama y homenajear­lo por preocupars­e por el patrimonio ciudadano.

El menospreci­o por el diseño cotidiano es una constante entre los barcelones­es

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