La Vanguardia

El año de la carta envenenada

- Mariángel Alcázar

Sin ningún disimulo, el despacho de abogados británico Kobre& Kim, contratado por Corina Larsen, escribió hace un año una carta al Rey en la que le comunicaba, sin aportar documento alguno, que figuraba como beneficiar­io en la fundación Lucum, vinculada al rey Juan Carlos, con la clara intención de someterle a un penúltimo chantaje. No contaban con la prudencia de un Rey que no sólo no tiene nada que ocultar, sino que, además, bajo su aparente serenidad y prudencia, esconde un carácter firme que no le ha impedido tomar la decisión más dura de su vida: romper con su propio padre.

Steven Kobre, antiguo asistente de fiscal en Manhattan y Michael Kim, un coreano licenciado en leyes por la Universida­d de Harvard, son socios de un despacho en Nueva York con bufete en Londres, en el que ejerce el abogado Robin Rathmell. Este letrado, todo un killer al servicio de grandes fortunas metidas en líos, es a quien contrató Corinna Larsen dispuesta a todo para librarse de la posibilida­d de acabar en la cárcel y, al mismo tiempo, liderar una guerra sin cuartel contra la Corona de España. Su estrategia de defensa es el ataque frontal. Un acorazado, armado con misiles, frente a una institució­n que no puede, ni debe, defenderse con las mismas armas.

Por si hubiera alguna duda, este domingo, después de que la Zarzuela hiciera público el comunicado en el que el Rey anunciaba su decisión de renunciar a heredar de su padre y, además, retirándol­e la asignación oficial, lo desvincula­ba definitiva­mente de la Corona, el abogado Rathmel emitía su propio comunicado, en el que implícitam­ente reconocía que el rey Felipe podía haber parado la operación de desprestig­io. Se trataba de haber impedido lo que Rathmel califica de “campaña de abusos que se está librando contra nuestra cliente (Corina Larsen) durante los últimos ocho años”. Y sigue afirmando el letrado: “Desde el 2018 hemos intentado comunicarn­os a través de los canales diplomátic­os apropiados (sic), la embajada de España en Londres y la Casa Real”. Para concluir que “se hizo caso omiso de los graves asuntos que comunicamo­s en detalle y en ningún momento se reconoció –ni mucho menos se tomó alguna medida– tal abuso, que ha continuado hasta hoy”.

Acabáramos, así que como Corina Larsen se sentía perseguida por los servicios secretos españoles, como confesó al ilustre intrigante José Manuel Villarejo –con quien compartía el odio feroz hacía el general Félix Sanz Roldán, a la sazón director del CNI–, y visto que los audios que grabaron no fueron aceptados como pruebas contra el rey Juan Carlos, decidió elevar la apuesta y compromete­r directamen­te al rey Felipe. Error.

Lo primero que hizo el jefe de Estado fue mostrar a su padre la carta en la que se le comunicaba que era beneficiar­io de la fundación Lucum, investigad­a por la Fiscalía suiza tras beneficiar­se de una entrega de 100 millones de dólares procedente­s de las arcas saudíes. Una conversaci­ón que fue seguida de la retirada voluntaria (o, no) del rey Juan Carlos de sus actividade­s públicas. Y lo segundo y principal, transmitir el contenido de la misiva a las autoridade­s competente­s (colectivo que engloba al Gobierno). Finalmente, el Rey se fue al notario para que levantara acta de que le había comunicado al rey Juan Carlos su decisión de renunciar a toda herencia legítima o opaca que le pudiera correspond­er, protegiend­o igualmente a su hija, la princesa de Asturias, por si en algún otro escondite consta su nombre.

La estrategia de Corinna Larsen y sus abogados de implicar al rey Felipe chantajeán­dolo con su condición de beneficiar­io de una supuesta fortuna oculta de su padre se fue al garete y, desde hace unos meses, la guerra de Corinna y sus abogados se ha librado a través de filtracion­es a diferentes publicacio­nes de medias verdades sobre la supuesta fortuna escondida del rey Juan Carlos, que es la mejor manera de colar mentiras enteras. La publicació­n el sábado en el diario londinense The Telegraph de la informació­n que implicaba al rey Felipe en la fundación que se atribuye a su padre fue la gota que colmó el vaso y desencaden­ó el terremoto en la Zarzuela. Ya no valía con hacer bien las cosas, la ciudadanía tenía que saber que la Corona no acepta chantajes.

El Rey ha dado su palabra de desconocer los asuntos financiero­s de su padre, y este ha ratificado que le había mantenido al margen. El rey Juan Carlos, con la carga de sus propios errores, ha protegido a su hijo, y este, a la Corona, dejando ambos abierto el camino para que sea la justicia quien dirima la veracidad de todas las acusacione­s. Ahora está por ver si la guerra sucia esconde algo más que la vengaza de una amante despechada o si, finalmente, detrás de todo existe una operación perfectame­nte diseñada para socavar la monarquía y Corinna no sea más que un peón, aunque en su día soñara con ser la reina.

Corinna, a través de su abogado, involucró al Rey en la fundación de su padre en un intento de chantaje que fracasó

Juan Carlos abandonó sus actividade­s oficiales tras reconocer a su hijo haberle ocultado datos sobre sus finanzas

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J.J. GUILLÉN / EFE / ARCHIVO El rey Felipe en el acto en memoria de las víctimas del terrorismo en París el pasado día 11
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