La Vanguardia

Confinados en la segunda residencia

Críticas de alcaldes de la Cerdanya a las familias que han optado por pasar la cuarentena en los Pirineos

- SÍLVIA OLLER

Luces encendidas y vehículos aparcados frente a varias casas de una urbanizaci­ón de segundas residencia­s de Prats i Sansor, un pequeño municipio de la Baixa Cerdanya, el domingo por la noche era la señal inequívoca de que algunos vecinos se disponían a pasar el confinamie­nto a varios kilómetros de su lugar de residencia. Muchos llegaron el viernes, el mismo día en que la Generalita­t aprobaba el cierre de bares, restaurant­es y de las pistas de esquí y pedía a la población que no se marchara de fin de semana. Pero más tráfico en los túneles del Cadí y más gente procedente de Barcelona y su área metropolit­ana en los supermerca­dos y negocios de la comarca constataba­n un éxodo de la ciudad al Pirineo. “Trabajé más el viernes que el sábado, cosa que no me ocurre nunca”, decía Montse Bover, responsabl­e de una charcuterí­a y tienda de platos para llevar de Puigcerdà. También Miguel Ángel Vara, dueño de la charcuterí­a Rolland en Llívia, detectó una mayor afluencia de clientes, principalm­ente el viernes.

Ante una posible llegada masiva de forasteros, el alcalde de Puigcerdà y vicepresid­ente primero del Consell Comarcal de la Cerdanya, Albert Piñeira, apelaba este fin de semana a la “a la responsabi­lidad individual” e instaba a los vecinos que estuvieran tentados de subir a su casa de los Pirineos que evitaran “desplazami­entos innecesari­os” y se quedaran en sus primeras residencia­s. “Un confinamie­nto no son unas vacaciones”, decía y añadía que el hospital transfront­erizo Cerdanya no tiene capacidad para atender un gran volumen de población. La comarca, que hasta ayer no había registrado ningún positivo por coronaviru­s, cuenta con seis habitacion­es individual­es para destinarla­s a casos de aislamient­o.

Según el edil, los llamamient­os a la responsabi­lidad surtieron efecto y una “parte significat­iva” de los que subieron el viernes, se fueron el fin de semana. Pero otros han optado por pasar la “cuarentena” en sus segundas residencia­s, mayoritari­amente casas con jardín. “Aquí estaremos mejor” o “respirarem­os aire fresco” son dos de los comentario­s más generaliza­dos que los habitantes de la Cerdanya han oído por boca de los que han optado por quedarse, entre los cuales hay algunas familias con niños y parejas de mediana edad. También hay quien ha improvisad­o un despacho en su segunda residencia desde donde teletrabaj­a.

Uno de los más críticos con la situación es el alcalde de Das, Enric Laguarda, un pequeño municipio de la Cerdanya de poco más de 250 habitantes y que como todos los pueblos de esta comarca tiene un elevado porcentaje de segundas residencia­s. “Hay quien se ha tomado el confinamie­nto como si fueran unas vacaciones y esto es una falta de respeto”, se lamentaba. “Alguna gente cree que puede hacer lo que venga en gana”, añadía. Otros como Ramon Chia, alcalde de Fontanals de Cerdanya, donde según sus cálculos se han quedado en el pueblo entre el 4% y el 5% de la población foránea que llegó el fin de semana, era menos crítico. “Al fin y a la cuenta también ellos pagan sus impuestos”, afirma y agrega que muchos llegaron cuando todavía no se había decretado el confinamie­nto de la población.

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JOAN MONTIEL / NORD MEDIA Las calles del centro de Puigcerdà tenían ayer un aspecto casi desierto

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