La Vanguardia

Spoiler: el rey iba desnudo

- Jordi Évole

Quien más quien menos estos días ha buscado cómo ocupar esas horas que jamás pasamos en casa. Esa tentación de llenar la agenda como si los días fuesen normales. Hay quienes cocinan, otros cantan por el balcón, los que tocan Amparito Roca, los que ven teatro por streaming, o visitan el Prado virtualmen­te, los que hacen conciertos desde casa, muchos que aplauden a las ocho, los que hacen yoga con tutoriales de Youtube, los que juegan al bingo en el patio de vecinos… Bienvenido sea si nos sirve para espantar males y tener la cabeza a salvo de las angustias que lo sobrevuela­n todo. También les digo que vamos un poco al esprint con las actividade­s, y tiene pinta de que esto del confinamie­nto va a ser más una carrera de fondo, un maratón que más vale que nos lo tomemos con calma y en serio.

A mí me ha dado por hacer un programa desde casa. De entrada les diré que de momento lo del teletrabaj­o me parece un camelo. Es lo más cercano que he estado de la esclavitud. Dicen que el virus nos hará retroceder unos cuantos años, pero espero que no tantos.

Llevaba tiempo sin entender a los youtubers que ve mi hijo, y ahora me veo utilizando sus herramient­as para comunicar. Comunica como puedas podría llamarse nuestra película. Sin moverme de casa, he podido hablar con una médica infectada, con una camionera indignada, con una limpiadora de ambulatori­o con una vitalidad increíble. Y, por probar, le enviamos un e-mail al Papa, para ver si podíamos entrevista­rle a distancia en esta especie de retiro espiritual colectivo. Lo que no esperábamo­s es que nos dijese que sí. De un día para otro. Y nos volvió a contestar a algunas preguntas. Es una charla que invita a la reflexión, que es algo que tendremos que hacer mucho durante las próximas semanas. Y entre otras cosas hablamos de si todo esto no será un ajuste de cuentas de la naturaleza con nosotros, ahora que vemos cómo los índices de contaminac­ión han descendido de forma espectacul­ar. Y contesta el Papa: “Dios perdona siempre, nosotros de vez en cuando, la naturaleza no perdona nunca”. Con el Papa hablé por Skype. Algo que no he conseguido hacer con mis padres. Se les escapó lo de las nuevas tecnología­s (que ya no son tan nuevas). Mis padres no tienen ni Whatsapp. A veces me da pena, les mandaría fotos, memes. Pero en el fondo me alegra. Mis padres no serían mis padres con Whatsapp. Serían otras personas. Y yo prefiero que sigan siendo los de siempre. Y que no estén en línea nunca. Aunque esta semana hemos hablado por teléfono mañana y tarde. Estos días todos sufrimos por ellos. Echamos de menos ir a verles. Pero es lo mejor que podemos hacer. Todos nos hemos vuelto niños de golpe y estamos reviviendo ese miedo ancestral a perderlos.

Y mientras, otro padre ve como su hijo renuncia públicamen­te a su herencia y le quita la paguita, aprovechan­do el tsunami informativ­o del coronaviru­s. ¿Quién le recomendar­ía al rey Felipe VI salir a dar el discursito del miércoles? Igual estaba aburrido por el confinamie­nto y, así como otros hacen karaokes

Esto del confinamie­nto será más una carrera de fondo que un esprint: más vale tomarlo con calma

colectivos, él hizo un discurso, desesperan­te por innecesari­o.

Como diría García Márquez, el Rey no tiene quien le escriba… ni quien le aconseje. Cuando pase todo esto, que pasará, nos tendremos que enfrentar a una verdad incómoda, sobre todo para varias generacion­es que han respetado la monarquía por encima de sus posibilida­des. Saldrán más informacio­nes de la vida que llevó el rey emérito. Y para esas generacion­es no será fácil asumirlas. Cuesta digerir la caída de los símbolos. Lo de Pujol fue un ensayo.

Ya que estos son días de recomendac­iones literarias y de actividade­s con niños, les recomiendo la lectura del cuento de Hans Christian Andersen El traje nuevo del emperador. Spoiler: el emperador iba desnudo y nadie se lo decía.

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MARTÍN TOGNOLA
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