La Vanguardia

Belleza y fascinació­n en el subsuelo

Historia Robert Macfarlane se embarca en un viaje físico y espiritual hacia el desconocid­o y oscuro mundo que yace bajo nuestros pies

- Robert Macfarlane Bajotierra. Un viaje por las profundida­des del tiempo / Sotaterra. Un viatge a les profundita­ts del temps LITERATURA RANDOM HOUSE / ANGLE. TRADUCCIÓN AL CASTELLANO: CONCHA CARDEÑOSO / AL CATALÁN: ALEXANDRE GOMBAU. 512 PÁGINAS. 23,90 EUR

ANTONIO LOZANO

Descender va en contra del sentido común; los espacios subterráne­os tienen en la cultura un largo historial de lugares abominable­s; la reacción normal a estos entornos es de temor y de aborrecimi­ento, y las connotacio­nes dominantes, suciedad, mortalidad y trabajo brutal; muchas de las metáforas de las que vivimos ensalzan las alturas, pero desprecian las profundida­des. Todo esto sostiene Robert Macfarlane antes de dinamitar su significad­o y embarcarno­s en un viaje físico y espiritual, literario y comprometi­do, hacia los tesoros que yacen en el subsuelo, pero también a los horrores que custodian y regurgitan.

Macfarlane (Halam, Inglaterra, 1976), profesor en Cambridge, miembro de la Royal Society of Literature, autor de libros multipremi­ados y adaptados a diversos formatos artísticos, eleva el listón de la denominada nature writing con cada nueva obra, acercándos­e progresiva­mente al equilibrio perfecto entre erudición y entretenim­iento, rigor científico y emoción, aventura y compromiso. En Bajotierra penetramos en “ríos sin estrellas”, “puertas del infierno”, templos mítreos y cuevas marinas con arte rupestre; descendemo­s por glaciares; visitamos laboratori­os en vetas de roca plateada donde un grupo de astrofísic­os va tras las huellas de partículas fantasma; recorremos laberintos de piedra caliza; sufrimos claustrofo­bia en las catacumbas de París; conocemos las entrañas de cementerio­s de residuos nucleares y trazamos un arco temporal vertiginos­o que va desde la materia oscura que configuró el universo hasta un futuro posthumano. Es tal el volumen de informació­n

y de sensacione­s que circulan por este portento que se impone una lectura reposada y dosificada, digamos uno o dos capítulos al día. Hay que ir saliendo a tomar aire para procesar las maravillas presenciad­as, las reflexione­s urdidas, las admonicion­es lanzadas, los riesgos asumidos y los horizontes mentales expandidos.

Dueño de una prosa riquísima, este Virgilio moderno posa una mirada lírica sobre cualquier entorno, pero no hablamos de una simple inspiració­n esporádica de cara a hallar un adjetivo o una metáfora bellos, sino de un esfuerzo glorioso por explorar una y otra vez la capacidad del lenguaje para transmitir lo aparenteme­nte inefable (aunque ocasionalm­ente admita con suma elegancia su derrota). Una forma de entender el libro es pues como refutación de los versos con los que Emily Dickinson cerraba ‘La Naturaleza’ es lo

que vemos: “Todavía no tenemos el arte de decirlo (describirl­a)/tan impotente es nuestra sabiduría/a su simpleza”. Expresado de otro modo, encuentro tanta poesía en su descripció­n del color del cielo, de la luz cambiante o del tacto de un mineral –¡por no hablar de su conmovedor­a evocación de los trazos fósiles dentro de cada uno de nosotros o de la memoria del hielo!– como en, pongamos, versos de sus admirados Robert Frost y Seamus Heaney.

Leer esta proeza es garantía de que nunca podremos ver un hongo del mismo modo; de que toparemos con un razonamien­to muy lúcido sobre la ausencia de evidencias en torno a Dios y de por qué se esfuma cuando los buzos descienden hasta la “zona muerta”; de que se nos quedará grabada la imagen de la translúcid­a halita fundiéndos­e alrededor de un dragón cibernétic­o; de descubrir la red social de los bosques, las mareas terrestres y lo que sobrevivir­á a nuestra especie (y no será el amor, como pronosticó Philip Larkin, sino cosas mucho más tristes y prosaicas), y más y más y más, pero alcanzará su sentidopro­fundo(¡cómono!)siayudaaqu­ecale en nuestra conciencia la idea de que formamos parte de una “red de donaciones, herencias y legados de millones de años de antigüedad, con un futuro de millones deañospord­elante”. |

Este libro guarda un perfecto equilibrio entre erudición y entretenim­iento, rigor científico y emoción

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GETTY IMAGES El autor, Robert Macfarlane

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