Netanyahu dinamita a la oposición y sigue como primer ministro de Israel
Ayer iba a ser el principio del fin para Netanyahu. Estaba previsto que la presidencia del Parlamento pasara a manos de Azul y Blanco, la coalición de centroizquierda que había logrado apoyos suficientes para controlar la Cámara y aprobar una ley que prohíba ser primer ministro a un parlamentario procesado por corrupción, como es el caso del propio Netanyahu. Sin embargo, en un giro inesperado del guion, Benny Gantz, el general que hace un año entró en política para apartarlo del poder, ha acabado pactando con él un “gobierno de emergencia”.
Los aliados de Gantz se sintieron traicionados y rompieron la coalición. Yair Lapid dijo que “este no es un gobierno de unidad sino otro gobierno de Netanyahu”. El general justificó la traición diciendo que “estos no son días normales”.
La crisis sanitaria y económica del coronavirus ha jugado a favor de Netanyahu, que ahora tendrá tiempo para negociar un arreglo político a un proceso judicial que puede costarle diez años de cárcel.
La composición del nuevo ejecutivo aún no es oficial, pero todo indica que el pacto es por tres años y que Netanyahu estará al frente del Gobierno los primeros 18 meses. Gantz, que ayer asumió de manera provisional la presidencia del Parlamento, será ministro de Asuntos Exteriores. Su partido tendrá también las carteras de Justicia, Defensa y Economía. El Likud conserva Finanzas y los partidos religiosos mantienen Interior, Sanidad y Servicios Religiosos. Educación se la quedan los colonos.
Netanyahu ha provocado una crisis constitucional para dinamitar a la oposición y seguir en el poder. Primero, con ayuda del presidente del Parlamento, maniobró para retrasar el inicio del periodo de sesiones y después, cuando el Tribunal Supremo, ordenó convocar al pleno, se sacó de la chistera la dimisión del propio presidente de la Cámara para seguir ganando tiempo.
El Tribunal Supremo habló entonces de “una violación sin precedentes del Estado de derecho”, un desacato que el fiscal general también reprobó porque tiene profundas consecuencias democráticas en este periodo de crisis, con la población confinada y muchos de sus derechos también en cuarentena. Los enfermos por el Covid-19 se acercan a los 3.000 y hay ocho fallecidos.
Netanyahu conserva el poder y el control del Parlamento, dos cargos esenciales con los que intentará obtener un blindaje legislativo que le salve de ir a prisión.
Así acaba el último intento para descabalgar a Netanyahu, un esfuerzo político que ha dividido y agotado a los israelíes, y que ha llevado la democracia al límite.