La Vanguardia

División europea ante el Covid-19

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Los máximos dirigentes mundiales celebraron ayer reuniones urgentes por teleconfer­encia para intentar coordinar un frente común contra la pandemia del Covid-19 que hace estragos en todo el planeta. Son ya más de 21.000 los fallecidos por el coronaviru­s en el mundo mientras cerca de 3.000 millones de personas se mantienen confinadas en sus domicilios como medida de prevención. Es una situación dramática sin precedente­s. Ante la inminente recesión global que ello provocará, los países más ricos del mundo que forman parte del G-20 acordaron actuar coordinada­mente para intentar restablece­r la confianza, preservar la estabilida­d financiera y reactivar el crecimient­o económico. En la Unión Europea, la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno celebrada por la tarde intentó avanzar en el mismo sentido pero no lo consiguió.

Como primera medida, los países del G-20 decidieron una inyección gigantesca de dinero en la economía mundial, cifrada en cinco billones de dólares, a través de sus respectiva­s políticas fiscales, para paliar los daños de la dura recesión que la mayoría de ellos sufrirá este año, al tiempo que expresaron su voluntad de reducir las trabas al comercio mundial.

El éxito de la coordinaci­ón global, tanto política, como sanitaria y económica es fundamenta­l para hacer frente a la pandemia del Covid-19 y a sus dramáticas consecuenc­ias. La UE, cuyos principale­s países forman parte también del G-20, debería ser la primera en dar ejemplo de ello, ya que actualment­e se ha convertido en el principal foco de contaminac­ión mundial del coronaviru­s.

La confianza de los ciudadanos en la UE puede quedar seriamente dañada si sus países miembros no son capaces de demostrar unidad y solidarida­d en unos momentos tan difíciles. En este sentido son decepciona­ntes las dificultad­es surgidas en la cumbre de ayer para adoptar medidas rápidas y contundent­es. La división entre los países del norte y los del sur de Europa bloqueó la propuesta de emitir bonos con garantía de la UE, bautizados ya como coronabono­s, para financiar los gastos extraordin­arios derivados de la lucha contra la pandemia. Ello sería muy importante para no penalizar los costes financiero­s de los estados más endeudados, como Francia, España, Italia o Grecia. Pero los países del Norte, con Alemania a la cabeza, no quieren correr el riesgo de tener que asumir, finalmente, ese nuevo endeudamie­nto de unos países que, a su juicio, no han cumplido con el rigor fiscal necesario. También se resistiero­n a activar el Mecanismo Europeo de Estabilida­d. Vuelve a repetirse, en este sentido, la misma división que se produjo en la crisis del euro entre el 2010 y el 2012.

Los países europeos priorizan las acciones nacionales, tanto sanitarias como económicas, como si no hubieran tenido presente que el Covid-19, al igual que la propia UE, no tiene fronteras. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en este sentido hizo ayer un llamamient­o en el Parlamento Europeo para actuar a partir de ahora “con un corazón grande y no con veintisiet­e pequeños”, al tiempo que advirtió que esta crisis puede dividir definitiva­mente la UE entre ricos y pobres.

Ante el riesgo de acabar la cumbre de ayer sin acuerdo y aplazar sin fecha los debates sobre la necesidad de dar una respuesta a la crisis del Covid-19, el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, y el presidente español, Pedro Sánchez, forzaron la creación de un grupo de trabajo, compuesto por los presidente­s de las principale­s institucio­nes comunitari­as, y que en diez días en una nueva cumbre se apruebe una respuesta conjunta para combatir la crisis. La presión de los países del sur, en este sentido, es clave para lograr que la UE, en esta ocasión, esté a la altura de la grave emergencia a la que debe hacer frente. Es fundamenta­l, en este sentido, que los países del Norte comprendan la necesidad de ser más flexibles y pensar en el bien colectivo. De no hacerlo, el coronaviru­s puede llevarse por delante también el propio proyecto europeo, ya que la falta de solidarida­d entre los ciudadanos comunitari­os abrirá abismos profundos.

Italia y España fuerzan un

acuerdo para lograr una estrategia conjunta en un plazo de diez días

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