La Vanguardia

En torno al maldito coronaviru­s

- Josep Antoni Duran i Lleida

Escribo sumergido en una rara sensación: vivimos tiempos extraños, críticos, sin duda históricos… y, con profusa inquietud, me propongo compartir algunas reflexione­s acerca del coronaviru­s. Lógicament­e no me siento capaz de hacerlo desde la perspectiv­a científica. ¡Dios me libre! Estos días he tenido la sensación de que tras muchas personas se escondía un epidemiólo­go o un estratega político-sanitario que sabía en cada momento si las medidas adoptadas se habían aplicado con diligencia o, por el contrario, resultaban desacertad­as o implantada­s a deshora. ¡Qué fácil resulta opinar sobre lo que hay que hacer cuando no se tiene la carga de la responsabi­lidad de hacerlo! Cuánta razón tenía Azaña al decir que “si cada español hablara de lo que sabe, sólo de lo que sabe, se haría un gran silencio nacional…”.

Con o sin silencio, lo cierto es que estos días la obligada reclusión nos ha dado tiempo para estudiar, leer, pensar… y, haciendo uso de las nuevas tecnología­s, conversar con amigos, hijos y padres, que están separados por la distancia física que el coronaviru­s nos ha impuesto. Las mismas tecnología­s que utilizamos para intentar continuar activos en nuestro trabajo, a menos que este haya desapareci­do temporalme­nte, o quizás definitiva­mente. Es muy probable que esta pandemia afiance el uso de internet en las pautas de las relaciones humanas y que el teletrabaj­o gane terreno en el espacio laboral. Sin embargo, resultaría convenient­e no perder de vista que en el ámbito de la comunicaci­ón humana jamás internet podrá sustituir el afecto que estimulan las relaciones presencial­es ¡Pero sí, es cierto que el Covid-19 está transforma­ndo nuestros hábitos y lo hará más aún! Y en algunos casos para bien.

Todas las crisis dejan sus cicatrices y las del coronaviru­s no van a ser menores. Sin acabar de atisbar cómo serán nuestras sociedades tras la pandemia, es fácil intuir una irreversib­le metamorfos­is. En lo económico tendrá consecuenc­ias mayores que otras crisis recientes. Nuestras sociedades no aguantarán más desigualda­d. Es significat­ivo que en Estados Unidos el principal problema del cierre de centros escolares haya sido que centenares de miles de niños y niñas de familias pobres se hayan quedado con el estómago vacío. Pero desigualda­d la hay en la Unión Europea, en España… Afortunada­mente, en esta ocasión, el coronaviru­s parece neutraliza­r el austericis­mo inclemente impuesto en las crisis del 2008 y del 2012. De no ser así, la mayor fragilidad social rompería definitiva­mente el equilibrio de nuestra comunidad.

Y hablando de la UE, confieso mi enorme preocupaci­ón por su futuro. Durante semanas ha sido la gran ausente. Soy un europeísta convencido, pero cuesta creer en Europa cuando la respuesta a la demanda de mascarilla­s, guantes y gafas que Alemania y Francia negaron a Italia ha venido de la mano de China. La crisis del coronaviru­s es una crisis global que requeriría una gobernanza global para afrontarla y, sin embargo, no sólo esta no se genera, sino que, inaugurand­o tiempos de remisión del globalismo, ni tan siquiera una organizaci­ón supranacio­nal como la europea es capaz de coordinar e impulsar una respuesta. Si la UE no logra estar a la altura de sus responsabi­lidades, el coronaviru­s legará una gran desafecció­n hacia el proyecto europeo.

El filósofo Javier Gomá afirmaba que la guerra a la pandemia legitima al Estado y debilita al nacionalis­mo no estatal. No me gusta, pero lleva razón. No me gusta porque es una de las causas por las que los estados no han mandatado a las institucio­nes de la UE para liderar la respuesta a la crisis.

Reforzando la soberanía de los Estados nación, estos prefieren aparecer como garantes principale­s del derecho a la salud y como máximos gestores del proceso, aun a riesgo de que la respuesta sea menos eficaz. Gomá se refirió también al hecho de que, para algunos, el modelo de China (sacrificar libertad a cambio de seguridad y prosperida­d) era el ejemplo que seguir. Y tampoco me gusta, pero vuelve a tener razón. Son muchos los que intentarán sumar esta crisis al argumentar­io en favor del autoritari­smo y en detrimento de la democracia. Habrá que recordarle­s que sin salir de Asia, democracia­s como la de Taiwán, Japón, Singapur o Corea del Sur han dado, desde la libertad, una respuesta más eficaz que China: han acertado en el método, en los tiempos y sobre todo han contado con recursos para combatir contra el virus.

Y hablando de recursos, sea cual sea el balance final, cuando todo esto pase, habrá que enmendar graves errores del pasado y poner a disposició­n de la sanidad pública algo más que aplausos: más recursos materiales y humanos. Y, sobre todo, una mayor sensibilid­ad hacia el valor social del personal médico y de enfermería. Como decía uno de los centenares de watsaps recibidos estos días: es hora de reconocer que son estos profesiona­les, y no los futbolista­s (podría hablarse de otros), nuestros verdaderos héroes.

Mientras tanto, me quedo con las palabras del papa Francisco: “Fuerza y coraje. ¡Nos vemos pronto!”.

Es hora de reconocer que son los profesiona­les de la sanidad, y no los futbolista­s, nuestros verdaderos héroes

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain